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Las batallas de San Jacinto

Cada 14 de septiembre celebramos el triunfo de nuestras armas sobre los filibusteros de William Walker en la Hacienda de San Jacinto. Pero ¿sabía usted que no solo hubo una batalla de San Jacinto? ¡Hubo dos!
La primera fue el 5 de septiembre. Días antes de esa fecha, el general Tomás Martínez había enviado de Matagalpa al entonces coronel José Dolores Estrada para ocupar la hacienda de San Jacinto confiscada por los filibusteros al tatarabuelo del presidente Enrique Bolaños Geyer. Estrada contaba con aproximadamente cien hombres.

Al amanecer el 5 de septiembre, una banda de rifleros filibusteros, bajo el mando del coronel Edmund MacDonald, se acercó a la casa hacienda. Según el parte oficial de combate de Estrada, había más de 120 filibusteros. Pero según El Nicaragüense —el periódico fundado por Walker y publicado desde el 20 de septiembre de 1855 hasta el 22 de noviembre de 1856 en Granada— el número de sus rifleros eran treinta. La misión de MacDonald era retomar la hacienda y darles “pruebas apropiadas del enojo del gobierno” de Walker a los “renegados” nicaragüenses”. También buscaban robar cuanto ganado encontrasen para llevárselo a Granada, la sede del “gobierno” de Walker.

La primera batalla de San Jacinto fue desastrosa para MacDonald y sus filibusteros. A como cualquiera que visita el museo de San Jacinto puede constatar, la hacienda era una verdadera fortaleza. Contaba con gruesas paredes de adobe, corrales de piedra y madera y dominaba el llano a su alrededores por su ubicación. Por eso, y la valentía de los patriotas nicaragüenses, después de dos horas y media de intenso fuego, MacDonald se vio obligado a retirarse dejando seis muertos y llevándose un número desconocido de heridos de regreso a Granada.

El Nicaragüense no comentó la primera batalla de San Jacinto, pero sí lo hicieron algunos medios estadounidenses que cubrían la “Guerra de Nicaragua”. Y esta derrota sorprendió a sus lectores.

Anticipando un contraataque, Estrada pidió refuerzos y sesenta indios flecheros matagalpinos llegaron a San Jacinto el 11 de septiembre bajo el mando del capitán Francisco Sacasa. Con estos la guarnición patriota aumentó a aproximadamente 160 hombres ya que en la primera batalla solo un nicaragüense murió.

El 12 de septiembre salieron de Granada hacia San Jacinto cuarenta filibusteros para vengarse de los patriotas.

Según El Nicaragüense eran voluntarios porque Walker no autorizó el uso de oficiales ni tropas regulares para esta expedición. Llegaron el 13 de septiembre a Tipitapa, donde se sumaron a los filibusteros 25 aventureros más incluyendo Byron Cole, quien negoció la venida de Walker y su Falange Americano a Nicaragua en 1855. Cole fue electo el líder de los aproximadamente 65 filibusteros bien armados con mosquetas modernas, revólveres y hasta algunas carabinas. Contaban, además, con amplias municiones.

Los filibusteros llegaron a San Jacinto el domingo 14 de septiembre, a las 5 a.m. Cole y sus oficiales acordaron dividirse en tres “divisiones” para atacar a los patriotas de tres lados simultáneamente. El asalto fue feroz. Tan es así que los nicaragüenses se vieron obligado a replegarse temporalmente de los corrales hacia la casa hacienda. Pero siguiendo la consigna de Estrada de ser “firmes hasta caer el último” no permitieron que los filibusteros penetrasen la casa hacienda. Fue durante esta lucha mano a mano que el sargento Andrés Castro ultimó a un filibustero con su célebre pedrada. Y que el capitán Sacasa y la mayoría de sus flecheros dieron sus vidas por la patria.

El momento decisivo de la batalla se dio cuando el capitán Liberato Cisne y los tenientes José Siero y Juan Fonseca lideraron una fuerza de patriotas que salieron desapercibidos de la hacienda y flanquearon a los filibusteros que habían sufrido extensas bajas y estaban exhaustos. Al atacar a los filibusteros por detrás, una manada de bestias asustadas que estaban en los corrales salió en estampida a la par de los patriotas. Al escuchar los gritos de los patriotas y el ruido de los caballos, los filibusteros creyeron que su retaguardia estaba siendo atacada por lanceros nicaragüenses y abandonaron en pánico al campo de batalla.

Los patriotas nicaragüenses persiguieron a los filibusteros hasta Tipitapa. En la Hacienda San Ildefonso alcanzaron a Byron Cole y lo ultimaron. Pero no fue el único oficial que cayó en la batalla. Según reportó El Nicaragüense el 20 de septiembre, el número de bajas fueron 12 muertos, 10 heridos y tres desaparecidos. Diez de estas bajas eran oficiales.

Las batallas de San Jacinto no fueron los combates más grandes de la Guerra Nacional. Ni las únicas derrotas que sufrieron los invasores. Pero ambas victorias les dieron ánimos no solo a las tropas patrióticas sino que a los ejércitos centroamericanos que se sumaron a nuestra causa. Y fueron oportunas porque coincidieron con la firma el 12 de septiembre del Pacto Providencial por parte de los generales Tomás Martínez y Máximo Jerez, poniéndole fin a las pugnas políticas entre legitimistas y demócratas que mantenían en zozobra a Nicaragua.

Las batallas de San Jacinto fueron seguidas por una serie de derrotas de los filibusteros que obligaron a Walker rendirse a una nave de la Armada estadounidense en San Juan del Sur el 1 de mayo de 1857. Así cerró —a prácticamente dos años de su llegada— el proyecto esclavista de Walker en Nicaragua. La guerra arrojó un saldo de aproximadamente 4,000 muertos entre los 5,000 filibusteros que Walker reclutó para su causa, incluyendo a dos de sus hermanos. Y dejó a Nicaragua en ruinas y debilitada como Estado. ¡Pero libre!

El autor es historiador

Opinión San Jacinto william walker
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