Julio César Sandoval nació hace cien años, el 14 de octubre de 1920. Por esa razón en estos tiempos vivientes del siglo 21 se está celebrando y recordando en ambiente notoriamente discreto. Seres que tuvieron la dicha de vivir acompañados por el legajo y la herencia natural que les dejó el destino, creadores de época que el propio Julio César califica de epónimos, un merecimiento que desafortunadamente no ha sido reconocido en las esferas tanto viejas como nuevas en los ámbitos de la radiodifusión nicaragüense cuya vigencia muestra una historia vibrante en las antenas maravillosas de la comunicación sonora.
Permítaseme evocar al maestro cuya identidad acaso reconozcan las nuevas generaciones. Empero quedan testigos de esa militancia multifacética que cautivó hasta el final de su desenlace tanto en La Voz de la América Central como en Radio Mundial que late en la añeja decanatura.
Retrocedo al año 1958. Ya en esos tiempos el telón se movía con la decadencia anímica de algo que tenía la fama de ser el radio teatro superior en amplitud aún con contextura sencilla, símbolo popular. Cada vez que se desnudaba el astro rey se vivía una nueva historia. Antes de los seis meses de vigencia asignados por la perduración cuya hegemonía fue heredada por Radio Mundial, comparecí personalmente ante Julio para rondar por los caminos de la locución sin imaginar nunca que recorrería semejante trecho para coincidir con los valores que ya tenía Radio Mundial para enriquecer su cuadro dramático dirigido por el veterano.
El centenario llegó a ser factor importante de la decana a la cual el propio Disector bautizó como “La Catedral del arte”. César ocupó la conducción total en la manifestación de la capacidad multifacética: Director, libretista, escritor, maestro dotado de una cultura sólida que sorbía al latín con sabor de erudito que empleaba en los párrafos históricos a veces políticos, en lo cual también fue crítico en su columna editorial. De maestro en el aula, donde consagró sus primeros pininos, pasó a ser hombre ligado con el periodismo. La tendencia de opinar, de culturizar lo mantuvo en las conferencias donde se requería su presencia asesora. Satisfizo la acuciosidad de una clientela nueva en la escuela del periodismo, de la cual formó parte, llevado también por el fervor didáctico.
Falta espacio para dejar testimonio del acontecer que hizo época en el siglo veinte y que ahora en el veintiuno lleva por supuesto el ropaje de otro estilo, en el cual se ha impuesto la tecnología, un sistema que ha modificado la forma de hacer periodismo. Menos reflexivo e intelectual activado por la práctica de la dinamia, de la facilidad donde el mayor ganador ha sido el tiempo.
El autor es periodista.