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¡Solo hay un candidato!

Este martes son las elecciones estadounidenses, y a continuación les ofrezco mis últimas reflexiones sobre estos comicios que serán históricos e inusuales.

Primero, aunque el día tradicional de la votación será el 3 de noviembre, esta elección será la primera en que la mayoría de los votantes habrán ejercido su derecho al sufragio —ya sea por correo o en persona— antes del martes.

Dos factores han estimulado esta avalancha de votación adelantada. Uno es el temor al Covid-19 y la decisión de muchos estados de abrir las urnas anticipadamente para evitar largas filas —y el peligro de contagio— el propio tres de noviembre. El segundo es el entusiasmo de los votantes que apunta a que esta elección contará con niveles de participación muy por encima del 60 y pico por ciento que suele votar en Norteamérica.

Segundo, ¿quiénes son los que han votado anticipadamente? Según información de los estados, el 20 por ciento de ellos no votaron en los comicios anteriores. Esto sugiere que la “energía” entre el electorado es real. También sabemos que los demócratas han votado en números dos veces mayores que los republicanos. Quizás esto se debe a que los republicanos prefieren votar el propio tres. Pero también pudiera ser el presagio de una contundente victoria demócrata. Juzgando por algunos de sus editoriales, el Wall Street Journal —el más influyente diario conservador de Estados Unidos— considera que este segundo escenario es posible. Sus editores temen que se repetirá lo que ocurrió en las elecciones de medio período de 2018. En estas hubo una votación récord, y los demócratas retomaron control de la Cámara de Representantes al ganarles 40 escaños a los republicanos.

Tercero, la masiva votación adelantada significa que hay pocos indecisos. Esto amortiguará el impacto de las “sorpresas de último momento” que son parte del folclor político estadounidense. Por otro lado, la votación anticipada podría impedir que los resultados de los comicios se conociesen la noche del tres, a como suele ocurrir.

Esto porque algunos de los estados novatos en votaciones fuertes por correo no tienen la infraestructura humana y mecánica para contarlos rápidamente. O porque sus leyes no les permiten iniciar el conteo de estas boletas hasta el propio tres.

A pesar de esto, hay estados “en juego” como la Florida, Carolina del Norte y Arizona cuyos resultados —o tendencias— se conocerán la noche del tres. Esto nos podría permitir extrapolar los resultados nacionales. Sin embargo, no excluyo que se repita una situación como la del 2000 cuando no se supo hasta cinco semanas después de la votación que Bush II había derrotado a Al Gore. Esto por lo reñido que fue la votación en la Florida. Es más, por la polarización y la pasión que caracteriza la actual situación política estadounidense, cuidado no se conocerá el ganador hasta más tarde, ¡y que haya violencia o una crisis constitucional si la incertidumbre dure mucho tiempo!
Cuarto, la mayoría de los temas que están en la palestra en estos comicios no son los usuales de las elecciones norteamericanos. Por ejemplo, el derecho a portar armas de fuego prácticamente no ha figurado este año. Y temas que en algunos momentos de la campaña fueron calientes —como el reemplazo de Ruth Bader Ginsburg, la finada jueza liberal en la Corte Suprema— han pasado a tercer plano.

El tema obligado este año es la pandemia cuya segunda ola está surgiendo y afectó a medio millón de norteamericanos en la última semana y mató a casi mil personas por día durante ese mismo período. Esta realidad incómoda está perjudicando al presidente Trump, quien ha insistido que el daño causado por la peste se ha exagerado y que el gobierno la tiene bajo control. Por esto prácticamente todas las encuestas señalan que una mayoría de los entrevistados piensan que Biden manejaría mejor al Covid-19 que Trump.

Los republicanos pretendían hacer de la economía un tema de campaña porque pensaban que les favorecería. Sin embargo, la economía ha sido golpeada fuertemente por el coronavirus. Por eso, en muchas encuestas Biden aparece empatado con Trump en cuanto a quién manejaría mejor la economía. Esto hubiese sido inimaginable a comienzos del año.

Hablando de temas, uno de los más importantes es el propio presidente Trump. Me refiero a elementos como su carácter, criterio, integridad y temperamento. En prácticamente todas las encuestas, Biden puntea más alto que Trump en cuanto a su bagaje personal. Ni sus simpatizantes pueden ocultar las debilidades del presidente. En un editorial del 27 de agosto, el Wall Street Journal captó sus fallas personales al criticarlo por ser un bully, impulsivo, errático, narcisista y mentiroso. Y esto a pesar que el Journal es el único diario de circulación nacional que ha estado “en su esquina”. Biden, por su parte, cuenta con el respaldo de todos los otros periódicos influyentes estadounidenses y de cientos de prominentes republicanos como Colin Powell y Bill Cohen, exministro de Defensa.

Quinto, en el último análisis, esta elección será un referéndum sobre Trump, y dependerá del nivel de participación ciudadana. Trump cuenta con el respaldo ferviente de un 40-45 por ciento del electorado. Es fuerte en áreas rurales y entre blancos sin mucha formación académica. Biden no tiene el carisma de Trump ni despierta su entusiasmo. Pero cuenta con un poderoso aliado: ¡Donald Trump! Él es literalmente detestado por una mayoría de las etnias minoritarias, las mujeres blancas, los de más formación académica y los adultos de tercera edad. Es por eso que sostengo que en esta elección solo hay un candidato: Donald Trump.

Sexto, ¿qué dicen las encuestas? The Economist —el prestigioso periódico británico— recoge el consenso de las encuestadoras serias y el viernes pronosticó que Biden tiene un 95 por ciento de probabilidad de ganar las elecciones versus solo 5 por ciento para Trump. Es más, señala que Biden ganará 350 votos electorales versus 188 para Trump.

Este resultado es mucho mayor que los 270 necesarios para ganar la Casa Blanca y sería contundente, aunque no tan amplio como el más de 90 por ciento de los votos electorales que obtuvo Ronald Reagan en 1980 y 1984. The Economist también vislumbra que los demócratas lograrán una mayoría en el Senado, dándoles el control de la Casa Blanca y de ambas cámaras del Congreso. ¿Son confiables las encuestas? Obviamente se equivocaron en 2016. Pero desde ese entonces los encuestadores han aprendido algunas lecciones. Por ejemplo, están concentrándose más en áreas rurales y en estados “en juego”. Esto debería de hacerlas más creíbles.

¿Es imposible que gane Trump un segundo período? ¡Por supuesto que no! Pero es improbable. Lo que es más posible, y preocupante, es que los resultados serán cuestionados si son reñidos y favorecen a Biden. Trump ya ha hecho la cama para esta eventualidad al advertir repetidamente que solo puede perder si los demócratas se roban las elecciones. Ojalá que esto sea puro “bluf” por el bien de la democracia norteamericana.

El autor es un estudioso de la política estadounidense.

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