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Carácter en el huracán

El planeta tiene también carácter. Es penetrante en su neurosis. La muestra cada vez que siente los atropellos que lastiman su contextura formada por la naturaleza. Los habitantes de la tierra son en gran parte culpables de esa alteración. Son partes culpables los que la habitan. Estallan los fenómenos en siluetas iracundas de agua y de fuego destructivos provocados por el trabajo humano. Las intensas lluvias evaden el margen del fenómeno. Se sienten alentadas por la vulnerabilidad que sufren las familias que conviven en la vecindad, en los alrededores inclinados a rebelarse. Otros factores que afectan es la conducta errada de la criatura viviente que acaba en la mayoría de los casos por ignorancia sin que la intencionalidad sea la culpable de la destrucción. Toda esa anormalidad repetida trasciende en la tragedia porque el proceder del hombre no calza con la protección del medio ambiente.

Algunos expertos afirman con insistencia que el humano tiene parte de la culpa y es el causante de que el planeta se ponga más caliente de lo debido porque el globo también padece la afectación de la alta temperatura. Es víctima del cambio. Ignoro si será efectivamente cierto. No conozco este tema que tanto tiene de espesor científico. Pero el anárquico depósito de la basura que también inunda las calles los domicilios es culpable del panorama que contribuye el calentamiento del planeta y por ende a la distribución de todos los daños ocasionados por la irregularidad del sistema. La redondez majestuosa del globo se resiente, se entera y protesta contra la violencia de sus derechos humanos que solo repercuten en la piel de la sensibilidad humana cuando es ultrajado psíquica y físicamente por sus detractores algunas veces por razones políticas. El drama es aprovechado ocasionalmente por los voceros de ese sector. Esa es la motivación por la cual el globo terrestre rompe la armonía que debería caracterizarse por su plenitud y no por la fragmentación patética adversa al entusiasmo divino de vivir transformándose en huracán y no solo por esa metamorfosis sino por otras formas convertidas en agua asesina que pone el luto acuático en sintonía con el conjunto vital que forman el cuerpo y el alma.

Los meteorólogos bautizan a los huracanes con nombres propios que van desfilando en la marcha ordenada del alfabeto. La denominación le da al globo una publicidad abundante cuando la agresión desciende sobre la tierra para dejar impreso el testimonio de su nombre en la historia mojada por el llanto al convertirse en algo que se llama tormenta tropical. Esta vez el huracán fue el remitente de un calificativo cuyo significado no conozco. IOTA. Por pocas letras carga con la idiotez.

El autor es periodista

Opinión carácter huracán
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