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¿Por qué pasó?

En las últimas semanas, se han terminado de contar los votos de la elección presidencial estadounidense. También se han ido conociendo los resultados preliminares de las encuestas boca de urna que nos permiten entender mejor el “por qué” de estos resultados. Con base a estos insumos, les brindo a continuación un análisis de los temas que crearon el contexto en que se realizó la contienda. 

Primero, a comienzos de 2020,  tanto Trump como los demócratas se prepararon para capitalizar la polarización que existe en la sociedad estadounidense. Esta se debe a una guerra cultural que data desde al menos los años ochenta del siglo pasado y que ahora está al rojo vivo fomentada por profundas divisiones en cuanto a temas como inmigración, el derecho a la portación de armas, el aborto,  y el “political correctness” —o rectitud política— que pretende darle una connotación ideológica hasta a la manera de hablar.

Segunda, inicialmente a nadie se le ocurría que estas profundas grietas en  la política norteamericana serían superadas por otros temas. Pero lo fueron, y  por cuatro de ellos: el Covid-19 y su efecto económico; el racismo—por el fallecimiento de Floyd George debido al abuso de policías que lo detuvieron  por un delito menor; dudas con relación a la integridad de las elecciones; y la conducción del país por el propio presidente Trump. Los otros temas no desaparecieron, pero fueron eclipsados por la peste, el mantenimiento del orden cuando la muerte de Floyd —y el de otros afrodescendientes— resultaron en violencia callejera; por el temor —al menos entre republicanos— de que habría irregularidades en el conteo de los votos; y por el temperamento y estilo de Trump.

Tercero, la elección se incubó en este caldo y despertó un interés y una pasión entre la ciudadanía que tenía tiempo de no verse. Su intensidad se comenzó a detectar con la popularidad  de  los canales de televisión que se dedican exclusivamente a la política —como Fox News, CNN y MSNBC— y cuyos “ratings” se dispararon a niveles que normalmente solo se dan para eventos deportivos. Y este interés se confirmó con la alta participación de la ciudadanía en la elección. Esta alcanzó el 66 % de los ciudadanos elegibles. La última vez que hubo este nivel de votación fue a comienzos del siglo XX, y en ese entonces el universo de votantes se limitaba en la práctica a un pequeño universo: ¡los  hombres blancos y mayores de 21 años!

Cuarto, en cuanto al Covid-19, este se hizo sentir en los Estados Unidos en  febrero y marzo,  pero  principalmente en Nueva York. Por dramático que fuese el primer foco de la peste, para una buena parte de la población —sobre todo en zonas rurales y en el interior de la nación— se estaba exagerando el peligro que la plaga representaba. Esta gente, casi todos incondicionales de Trump, rechazaban las advertencias de expertos de salud pública, rehusaban seguir sus recomendaciones, incluyendo el uso de mascarillas, y creían que las encerronas que algunos estados y ciudades imponían chocaban con sus derechos ciudadanos y, además, eran una cura peor que la enfermedad por sus altos costos económicos. ¡Según las encuestas, el tema del Covid-19  fue determinante para el 81 por ciento de los votantes demócratas, ¡pero solo para un 15 por ciento de los republicanos!

Quinto, el tema del racismo, la violencia callejera y el mantenimiento del orden público cobró beligerancia después de la muerte de George y de manifestaciones en diversas ciudades que en algunos casos se degeneraron en el saqueo de negocios. Esto no se había visto en Estados Unidos —y en esta escala— desde 1968, cuando fue asesinado Martin Luther King. Durante buena parte del verano norteamericano, los canales de televisión estaban llenos de escenas de violencia callejera en ciudades como Minneapolis, Nueva York, Atlanta, Portland y Seattle. En las dos últimas urbes, los tumultos no se debían a protestas por temas raciales, pero igual reforzaron la idea de que el país estaba fuera de control.

Sexto, la retórica y comportamiento del presidente Trump impulsó los dos últimos temas dominantes. Él fue el que empezó a afirmar que no había manera de que él pudiese perder la elección al menos que los demócratas se la robasen, y culpó a los demócratas de estar fraguando el robo utilizando el voto por correo para efectuarlo.  El voto “in absentia” ya era importante en varios estados como Colorado, pero nunca había sido usado tan extensamente a nivel nacional como en 2020. Por esto se prestó para hacer más creíble la insinuación de Trump, aunque la mayoría de la población comprendió que este mecanismo era para evitar grandes aglomeraciones de gente el 3 de noviembre, el día de la votación, por razones de salud.

 Y séptimo, el estilo tendencioso, errático, agresivo y propenso a exagerar las cosas —por no decir mentir— hizo del comportamiento del propio presidente Trump un tema clave para el electorado estadounidense. Para buena parte de los norteamericanos —especialmente blancos sin mayor formación académica y en zonas rurales— el presidente era un patriota y un campeón que velaría por sus intereses y que acabaría con la corrupción que existía en el “pantano” de Washington. Pero para un mayor grupo de votantes, Trump era un peligroso populista, demagogo y corrupto, que estaba desestabilizando a Estados Unidos y su democracia.

En mi próximo y último artículo de esta trilogía, examinaré como el volátil clima político descrito anteriormente y ambas campañas incidieron en el comportamiento del electorado, desglosado por grupos demográficos. También explicaré ¿cómo fue que ganaron Biden y los demócratas… o cómo fue que perdieron Trump y los republicanos?

El autor es un estudioso de la política estadounidense.

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