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¿Cómo pasó?

En este tercer ensayo sobre la elección presidencial norteamericana, analizo cuál fue la estrategia de las campañas de Trump y Biden y cómo estas afectaron al electorado.

En primer lugar, el presidente Trump pretendió reelegirse martillando que gracias a su gobierno Estados Unidos había alcanzado el bienestar económico y la grandeza que supuestamente había perdido durante los años de Obama.

Enfatizó que había frenado la inmigración ilegal, que el sector industrial había repuntado, y que Estados Unidos era de nuevo respetado mundialmente por su línea dura contra, por ejemplo, Irán y su fuerte respaldo a Israel. Se ufanó de haber nombrado tres jueces conservadores a la Corte Suprema de Justicia y que se opuso al revisionismo histórico que, según Trump, estaba erosionando a la herencia histórica del país. Y también se jactó de haber reducido impuestos y regulaciones estimulando, así, a la economía.

Un elemento central de su campaña era su “estrategia sureña” cuya meta era consolidar una fuerte base electoral en el Sur norteamericano con mensajes veladamente raciales.

En cuanto al Covid-19, Trump insistía en que la peste era exagerada, que estaba bajo control y que se oponía a encerronas por ser estas devastadoras para la economía y el empleo.

En la campaña, Trump realizó múltiples manifestaciones de miles, principalmente en ciudades pequeñas de la unión americana. En ellas fustigaba a los demócratas y a Joe Biden quien tildaba de ser socialista, anciano “chocho” y de limitada capacidad mental. Trató también de involucrarlo en actos de corrupción en Ucrania y la China, junto con su hijo Hunter.

Aunque Trump no gozaba de simpatía entre los grandes medios de comunicación de la unión americana, contó con el respaldo de Fox News, el canal de cable más visto en Estados Unidos y cuyos politólogos eran incondicionales a él, despiadados con Biden y propenso a las exageraciones y mentiras que caracterizaban a la retórica presidencial.

Un mensaje de cajón de Trump era que no podía perder la elección salvo que los demócratas se la robasen, posición que sigue manteniendo a seis semanas después de haberla perdido por seis millones de votos.

La campaña de Biden fue muy diferente. Mantuvo un perfil bajo pasando gran parte de su tiempo en el sótano de su casa dando, a veces, entrevistas virtuales y alegando que esto era lo responsable en media pandemia. Biden, un veterano con cuatro décadas de experiencia, destacó su cuna humilde y el ser moderado. Prometió retornar Estados Unidos a tiempos más normales y calmos. Comprendió que la personalidad conflictiva del presidente era el punto más débil de su contrincante e hizo hincapié en esto. También se vendió como el campeón de la lucha contra la peste basado en criterios científicos. Biden atacó a Trump de no haber comprendido que el Covid-19 era una tragedia y de haberla manejado mal. Además, señaló que las políticas económicas del presidente solo beneficiaban a los multimillonarios y que Estados Unidos se había desprestigiado mundialmente por el excentricismo de Trump.

Biden también criticó a Trump por negar el cambio climático y por haber retirado a Estados Unidos del Tratado de París sobre el medioambiente, y prometió reintegrarlo a este acuerdo.

Según las encuestas “boca de urnas”, Trump logró casi el 60 % del voto blanco, el bloque demográfico más importante norteamericano igual a casi el 70 % del electorado. Pero su porcentaje bajó con relación al 2016. Biden superó al presidente entre blancos con grados universitarios y sobre todo entre mujeres con mayor formación universitaria.

Biden barrió entre las minorías. Obtuvo el 87 % del voto negro y el 65 % del voto latino, cada uno igual al 13 % del electorado. Y ganó más del 60 % del voto asiático. A Biden también le fue muy bien entre los jóvenes y primeros votantes y obtuvo dos tercios de los moderados, casi un tercio del electorado.

Por otro lado, Trump arrasó en las áreas rurales y en más de 2,600 de los 3,143 condados norteamericanos. Su problema es que los condados que ganó, aunque extensos en áreas, tienen poblaciones chicas comparadas a las grandes urbes como Nueva York, Los Ángeles, Chicago y Houston.

En cuanto a estratos económicos, Biden logró mayorías entre los que ganaban menos de US$100,000 anuales, mientras que una mayoría de los ricos votaron por Trump. Trump también obtuvo tres cuartas partes de los evangélicos blancos, igual al 30 % del electorado y al 85 % del voto conservador.

A pesar de su derrota, Trump es indiscutiblemente el dueño y señor del Partido Republicano. Es un caudillo que hace y deshace en el partido y por eso la mayoría de los republicanos no han reconocido todavía la victoria de Biden y se especula que Trump podría ser el candidato republicano en 2024. Si es así tendrá que tener cuidado con algunas tendencias que no le favorecen. Una es la erosión de su voto en estados sureños como Georgia, por ejemplo, que perdió, y Carolina del Norte, en donde el voto fue reñido. También bajó su margen de victoria en Texas, el segundo estado más importante en cuanto a votos electorales.

Otra cosa que podría perjudicarle es el rehusar, hasta la fecha, haber aceptado su derrota a como se estila en la cultura política norteamericana. Pidió reconteos en varios estados —solamente en Georgia se contaron los votos tres veces— y criticó hasta a los gobernadores republicanos de Arizona y Georgia por no haberle asignado victorias en sus estados e instruido a los miembros del colegio electoral de sus estados a ignorar el voto popular y votar por Trump hoy, 14 de diciembre, cuando el “colegio de electores” se reúne para certificar la victoria de Biden. ¡Veremos hoy qué pasa!

El autor es un estudioso de la política de EE. UU.

Opinión elecciones Estados Unidos
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