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El futuro no existe

La calificación es nociva para la esperanza común de la felicidad. La dosis categórica de su inexistencia es caudal de la depresión. Lo único que puede flexibilizar su significado es introducirla en los sueños donde la fantasía tiene su principal acreditación, aduciendo que muchos de ella están inclinados al tono gris. El futuro está inscrito en el vacío donde puede haber una infinitud de conjeturas pero ninguna poblada por la autenticidad.

Dirán los lectores de este artículo que su autor es pesimista. Esa es la interpretación que comúnmente se da y la cual influye en el estado anímico, a veces contagioso como puede serlo la corona infeliz del virus. Ciertamente es grato soñar con los impulsos positivos, partiendo de lo que efectivamente es el futuro en la aplicación real mientras tanto se incurrirá en la especulación. A menudo escucho decir que determinado personaje tiene asegurado un buen futuro, siendo mejor suponer un halagüeño porvenir porque el opinante lo ha medido con el lente de una posibilidad que parece compaginarse con la verosimilitud matemática, lo que solo es anticiparse al pronóstico. Lo mismo puede ocurrir en cualquiera esfera donde haya movimiento humano, ya sea individual o colectivo. Los sistemas más presentidos han sido los de los gobiernos, aun cuando la calificación haya sido prematura cuando esta se convierte en una dura y frustrante realidad. Cuando ocurre un estreno en el poder la valorización es casi automática. Puede ser un redentor o todo lo contrario en la aspiración de cumplir con la aspiración deseada. Los que prometen la conjugación del “cielo y la tierra” son los más susceptibles de no tallar en las medidas de la verdad. Ese ha sido uno de los tantos ejemplos puestos en nombre del futuro de que este no es válido para tener la categoría de la realidad.

Dentro de tantos ejemplos existe sí una excepción, única en su género: el futuro visto con pureza de la redención. El futuro interpretado por la fe en el redentor de la humanidad pero en este caso el origen es divino, siendo esa la razón por la cual es único en su género. Vino como un fruto de la creación extraordinaria del padre eterno. Con la redención de Cristo el futuro existe pero con la fe puesta en el génesis y no en la palabra vagabunda de la calle y el libertinaje de un falso profeta. Son casos excepcionales que brillan en estas épocas de la Navidad. La palabra profética se concilia con el futuro, aunque esta no exista en los términos del pragmatismo y solo sea vista con los ojos de la fe penetrante que es eterna y no efecto de las circunstancias.

El autor es periodista.

Opinión felicidad
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