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Entre pronósticos y propósitos

Abundaron los pronósticos y los deseos en el año fenecido cuya existencia, medida por la contabilidad del anuario, no tuvo la culpabilidad que le atribuye la profecía coyuntural. La suma de los días es una referencia, un recurso de la tradición óptima de poner “una luz en el túnel” o en caso contrario más sombras. Durante se apagó la cifra el año 2020 no tuvo la pena de ser el peor año de todos los tiempos, el protagonista de todo cuanto acaeció en el trayecto de su insensible velocidad. “El tiempo vuela” pero no piensa, no reflexiona. ¿Qué dimensión tuvo la conducta errátil del habitante en el planeta durante ese periodo? No podría definirse debido a la inestabilidad y la sucesión fatal de coincidencias. Y en el otro ángulo de la proporcionalidad qué dimensión tuvo de que el año fue feliz, augurándose que el próximo será mejor cuando la comprobación lo puso “en tumbo en tumbo” en la tendencia del descenso.

Yo diría que la riqueza temática está en crisis. El tema alrededor o derivado del mismo acaecimiento está en débito con la fértil esperanza. El tema parece ser único tanto en su aparición como en la interpretación que se hace tanto en la temperatura anímica como en la pensante. Viene siendo hasta monopólico.

2020 estuvo dominado por el descubrimiento de la pandemia. Fue incluso un sinónimo incluso del globo en su fatalidad, de la discutible globalización en gira por la redondez. Claro la pandemia existe pero no llevada a semejante uniformidad, es un fenómeno de la atrocidad que tiene su origen en diversas cunas del mundo pero la mención al parecer exclusiva produce falsos valores que se valen de la insistencia alarmista de muchos medios de comunicación con el fin de vender, de comercializar el producto. Promociones de marcas de mascarillas no para sacar provecho sanitario de la herramienta útil sino para extraer el mejor provecho económico. El tema ha sido pasto de la explotación causada por la ruindad de la política oportunista.

No estamos estrenando un año nuevo sino un nuevo calendario con un optimismo presentido por la ilusión evidentemente publicitaria que el pasado 31 de diciembre enterró el sepelio del 2020 para producir el asombro de que el 2021 se convertirá en un fenómeno de la redención, vaticinándose un cambio en la fragilidad de un minuto, algo imposible de lograrse en tan limitada estrechez de tiempo.

Feliz año nuevo seguirá siendo entonces un deseo incapaz de extraer hasta la última huella del silencio. Me sumo al deseo, pero no al vaticinio del cambio, salvo que la vacuna tenga la categoría de un milagro.

El autor es periodista.

Opinión año nuevo Nicaragua
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