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Preludio de la obra

Estamos en el preludio de la obra en favor de la institucionalidad no de aquella que solamente ofrece los rasgos de la apariencia. Vivir el momento entre la realidad y la hipótesis. Ha llegado la hora de plantear cuál es el presente que le espera a la administración Biden, al círculo que le rodea y al resto de la población estadounidense en la llanura. El nuevo período acaba de estrenarse con el silencio de los tambores y de los platillos cuyo espesor sonoro estuvo ausente esta vez en la toma de posesión por los motivos que todos conocemos, por la necesidad imperativa de cambiar de rumbo en el itinerario del proceso de la gobernabilidad, distinto del que tomaron los ejecutivos anteriores y principalmente del que arbitrariamente asumió el último en su errátil gestión.

A Biden corresponde poner en acción las decisiones tomadas en el seno donde se congregan los representantes legislativos que deben ser los símbolos éticos en el deber de cumplir con la ley y no con los hombres en el ambiente que permite la vigencia de la libertad política, el procedimiento que hace de la democracia un oasis cívico donde corresponde brillar a la democracia. Biden ha comenzado a firmar los decretos. Esos son los preludios de la concepción integral, decretos que no nacieron de la inspiración de un poeta sino de la resolución parlamentaria medida por la mayoría de los votos.

Trump el contrincante anduvo con la pretensión de darle un garrotazo a la libertad. Por eso su destino tomó el viraje definitivo por el aislamiento que por tanto debe tenerlo oculto en las paredes grises salvo que se atreva a incurrir en otra formidable estupidez al lado de las turbas porque ninguna luz mereció su arbitrario y personal protagonismo. En ese sentido ya vuelan las evidencias del preludio, ya se siente el frescor de la traslación, del comienzo porque la administración Biden está muy joven por mucha experiencia que tenga el mandato. Nuevo en la experiencia de haber conocido la trifulca en detrimento del prestigio estable de la institucionalidad respetuosa de la independencia de los poderes que ha caracterizado al sistema político de los Estados Unidos (EE. UU.)

La vulgar intromisión del desorden ya ocurrió. Pertenece al pasado, a la severidad de haberse dictado una lección. Lo importante es que EE. UU. ya tiene a un nuevo presidente con la ventaja de estar dotado por la experiencia. Está viva la recuperación de la alternabilidad en el poder desde el mismo momento en que la oposición con la mayoría de los votos venció a quien pretendía erigirse en dictador. Lo único que debe lamentarse es el exceso de las espadas.

El autor es periodista.

Opinión
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