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Ecuador. Estrella de la emoción

Viví durante dos meses (de agosto a septiembre de 1964) el ambiente del Ecuador salpicado de fuentes indígenas, una de las facetas culturales que ofrece a sus compatriotas y a los que tuvieron la dicha de compartirlo desde el extranjero en la magnitud histórica de un origen privilegiado por pulsar el corazón de la geografía, de una raíz que ha venido evolucionando conforme los requerimientos de la renovación sobre todo en la rama infinita del espíritu, ajeno a ser pionero de la civilización industrial de la que son portadores otros estilos proclives al desarrollo material en el área de engendrar, multiplicar dividendos. Ecuador es un paradigma de la civilización intelectualizada, del auge de la ilustración en las que fulguraron las ciencias sociales. Quito fue el escenario donde me instalé en ese periodo como egresado del Centro Internacional de Periodismo cuyo rector magnífico fue el doctor Jorge Fernández quien con su posición académica favoreció a tantas generaciones de periodistas en América Latina. Ahí se juntó la quinta esencia de la comunicación internacional que mereció tener la más representativa Universidad de América Latina, una combinación magistral de la realidad, de la cordura en su más cristalino esplendor donde el antecedente empírico era bendecido por las palmas de las Academias.

Cada vez que recorro los caminos heterogéneos de la vida, no evito las reminiscencias de esa etapa en la juventud. Quito a casi tres mil metros de altura y Guayaquil en la planicie donde los pies empatan con la superficie de la tierra.

Evoco ahora las rutas a que aludo, sintiendo esta vez las elecciones presidenciales que acaban de realizarse con la expectación del mundo concentrado en los resultados que motivaron desde el comienzo un interés especial en el sentido de ser un ejemplo de la pluralidad ideológica, aunque no pocos sectores le atribuyeron mayor participación en una elección donde tuvieron tanta injerencia diversificada no solo por la tendencia ideológica, sino por los niveles tanto de posición económica como la posición social. De ahí que una de las características, en mi opinión personal, haya sido la de recibir los impactos del factor sorpresa. La sorpresa incentivada por la propia cuna donde se conocieron los resultados, vulnerándose en otros aspectos el vaticinio de las encuestas rotas, la novedosa categoría de los contrincantes a los cuales se les daba pocas señales de vida en cuanto a ser favoritos para ganar. Surgió un cabecilla de izquierda de origen indígena, llamado Yaku Pérez, cuya aparición fue desconcertante, una posición separada de la de Andrés Arauz y en la sorprendente combinación de un hombre de derecha extrema, Guillermo Lasso. El proceso fue limpio, democrático. Dejo este artículo ignorando cómo se llama el triunfador.

El autor es periodista.

Opinión Guillermo Lasso
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