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“¿Ya vino LA PRENSA?”

La historia de un diario suele ser la historia de un país, si es que ese diario fundamenta sus principios y valores, su ética, en la búsqueda y en la lucha por la verdad y la justicia y lo hace, de manera consecuente, enfrentando desde represalias, censuras, adversidades, intentos premeditados de destrucción física hasta magnicidios, cuando la barbarie se impone.

El diario LA PRENSA nació el 2 de marzo de 1926, unos meses antes de la “guerra constitucionalista de Nicaragua” producto del golpe de Estado conocido como “el Lomazo” que efectuó Emiliano Chamorro contra el gobierno del presidente Carlos Solórzano que había sido elegido en 1924. Nació entonces en otro periodo complicado de nuestra historia nacional, su bautizo está insertado en las luchas fratricidas que como un fenómeno recurrente nos han impedido salir del círculo vicioso de la violencia, que nos ha caracterizado. Ha visto pasar guerras civiles, intervenciones militares, nacimiento y caídas de dictaduras, conflictos intestinos, conflictos internacionales, luchas ideológicas y toda suerte de marrullas para justificar ambiciones desmedidas y mesianismos sociopáticos.

Ha visto y registrado en sus páginas los sueños y las pesadillas de nuestro pueblo en los que han desfilado líderes cívicos, sin fusil al hombro, “héroes sin fusil” y demócratas que quisieron hacer de nuestro país una República, ha visto y registrado a demagogos que venden ilusiones para acceder al poder y ya desde allí se transforman en tiranos y dictadores que estrujan la dignidad nacional. Ha visto y recogido la grandeza y la miseria de la condición humana del nicaragüense.

Otros medios impresos nacieron al servicio de dictaduras, pero sus vidas fueron efímeras, como efímeras son las vidas de los regímenes autoritarios que pretenden liquidar la libertad como base, principio y fin de la ciudadanía. Pareciera que los medios que nacen al servicio de la opresión terminan marchitándose y sucumben ante aquellos que son regados por la palabra libre, por la palabra libertad, de patriotas que desinteresadamente ponen su pluma al servicio de la verdad, su cosmovisión pluralista es fuente de enriquecimiento para el debate de ideas y posiciones. Esa es la ecuación más sencilla que parece resumir la génesis del periodismo independiente y la del vasallo, que dialécticamente se reproduce en el espacio y en el tiempo, en una lucha de verdad contra mentira, de bien contra mal, de justicia contra injusticias, en fin, de hombres libres contra hombres esclavos de sí mismos, que pretenden encadenar de manera irresponsable a sus ambiciones el destino nacional.

LA PRENSA encarna en sus páginas de manera vivificante una parte fundamental de nuestra historia nacional, siendo un testigo y actor activo de casi un siglo de esta historia política inconclusa, cuyo capítulo final no terminamos aún de escribir.

Para quienes nacimos y vivimos pudiendo disfrutar de sus páginas eso ha sido una bendición y un privilegio. Son inolvidables y resuenan en nuestros oídos las frases ¿“no ha venido LA PRENSA”? o ¿“ya vino LA PRENSA”? en cualquier día normal o en momentos de conmoción social o humana por fenómenos de la naturaleza o de la política. LA PRENSA en papel en las casas o en las manos de un ciudadano implicó siempre un mensaje de oposición, aunque fuese silenciosa a la dictadura. Los hechos ahora en el pleno siglo XXI provocados por la represión y la pandemia, más los intentos de estrangularla implican un tremendo desafío para enfrentar y superar esas pretensiones de destruir esta “República de papel” como la llamó don Pablo Antonio Cuadra.

Mientras la globalización y la revolución tecnológica son fuertes desafíos en la era digital, aquí deben resistir el acoso y las medidas coercitivas destinadas a hacerla desaparecer pero, lo más paradójico, es que cada día que pasa LA PRENSA es más y más “el Diario de los nicaragüenses”.

El autor es presidente de la Comisión de Relaciones Internacionales. Partido Ciudadanos por la Libertad.

Opinión Emiliano Chamorro
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