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Cadena nacional del aburrimiento

Como soy un optimista, cada vez que Ortega va a hablar en cadena nacional de radio y televisión me pego a la pantalla de TV o al radio con la ilusión de que va a hacer un anuncio importante, sobre todo porque sus apariciones públicas son tan escasas y nunca da conferencias de prensa.

La última vez que habló en la obligatoria “cadena nacional del aburrimiento”, fue el pasado 8 de marzo en ocasión del Día Internacional de la Mujer. Pensé, confieso ilusamente, que quizás anunciaría las reformas electorales, si no la larga lista demandada por la oposición, al menos la lista corta de los siete puntos esenciales demandados por la OEA en la resolución de la Asamblea General de octubre del 2019.

La decepción fue grande cuando Ortega comenzó nuevamente a historiar y a decir disparates aleatorios pero siempre en contra del yanqui y mientras se jactaba de que aquí se respetan los derechos de la mujer y la equidad de género, su policía política asediaba las organizaciones feministas para evitar que salieran a protestar a las calles.

Aunque en la comparecencia anterior le dedicó buena parte al filibustero William Walker y a la Segunda Guerra Mundial que terminó con la devastación provocada por las bombas atómicas lanzadas por los Estados Unidos sobre Hiroshima y Nagasaki, esta vez tuvo un párrafo de refilón a la historia reciente del país.

En un escrito publicado recientemente en su blog, el escritor y político opositor nicaragüense Enrique Sáenz comentó la comparecencia de Ortega: “si bien no faltaron William Walker, los esclavos africanos y sus berridos presumiendo de liderazgo mundial con diatribas desempolvadas de la guerra fría, llama la atención que dedicó parte de la perorata a la historia reciente del país. Por supuesto, haciendo alarde de falsedades”.

“Esta vez, de pasadita, afirmó que entre 1979 y 1990 se produjeron más de 50,000 víctimas. Aunque solo fue una frase, no podemos dejarla pasar. La mayor tragedia en la historia de nuestro país. La lucha fraticida más sangrienta, dolorosa y funesta. Una tragedia que tuvo como uno de los principales responsables al propio Daniel Ortega, que ahora pretende lavarse las manos y nos viene con el cuento del terrorismo imperialista”.

La guerra fue provocada por las políticas represivas violatorias a los principios originales de la revolución; por las confiscaciones arbitrarias de miles de propiedades, particularmente en el agro; por la inmersión de Nicaragua en el tablero de ajedrez mundial este-oeste y por la obstinación de emular un sistema socialista fracasado, que llevó al país a la total bancarrota económica.

La guerra civil no fue una intervención yanki, sino la resistencia heroica de un ejército de campesinos que le llamaron “la contra”. Los muertos eran jóvenes nicaragüenses voluntarios del campo y en el otro bando, jóvenes de la ciudad en su mayoría, reclutados a la fuerza en el Servicio Militar Obligatorio.

En todo esto, una buena cuota de responsabilidad la tuvo el propio Ortega, quien ahora pretende distanciarse de su pasado contando, como si fuese un simple espectador, una historia diferente a jóvenes que no vivieron el suplicio de los años ochenta.

Y como si no fuera suficiente fantasía la que nos quiso vender: proclamó la vigencia de la plena libertad de prensa en Nicaragua, precisamente cuando acababa de inaugurar clínicas donde antes funcionaban las redacciones de Confidencial y 100% Noticias, sellando así un proceso confiscatorio reñido con la Constitución que evoca los despojos masivos que su gobierno realizó en los años ochenta y que provocaron entonces una fractura social que atizó la guerra civil.

La misma cadena nacional del aburrimiento convocada siempre para tantos mensajes intrascendentes es una demostración de la ausencia de la libertad de prensa, porque obliga a todos los medios a un sometimiento caprichoso y propagandístico de la dictadura.

El autor es periodista, exministro y exdiputado.

Opinión Día Internacional de la Mujer Hiroshima
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