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Las elecciones

Uno de los objetivos del tipo de gobierno que se nos ha impuesto ha sido deteriorar, desprestigiar y liquidar la democracia como sistema político y las elecciones como medio para garantizar la alternabilidad en el poder, y así dirimir nuestras diferencias.

Cada vez con mayor represión y de manera brutal, nos han querido despojar del derecho a usar nuestro voto como el medio más importante de que dispone un ciudadano para ejercer su soberanía, su poder frente al gobierno de turno.

Han venido anulando el poder del voto y a los votantes, haciéndoles sentirse despreciados, “ninguneados”. “Las elecciones no sirven para nada”, se afirma. ¿Para qué votar si se las roban? Para qué luchar por elecciones libres, si al final quien cuenta los votos es un sistema electoral corrupto, controlado desde el vértice hasta la base por los partidarios del régimen. Ese es el dilema, la disciplina totalitaria controla la fusión partido-Estado sirviendo a quienes detentan el poder, unos por proteger riquezas mal habidas, otros por migajas y otros por omisión e inercia. Y quienes desean ejercer su derecho al voto están sometidos por la represión, intimidación y amenazas, cadena que hay que romper a pesar de que en nuestro país votar es un asunto de alto riesgo. Pasamos de la democracia electoral a la autocracia electoral casi sin darnos cuenta.

El “modelo” de quienes dirigen al partido de gobierno es Cuba y las dictaduras que aún gobiernan algunos países en nuestro continente y en el planeta, independientemente de ideologías ya que en este terreno no hay principios, solo intereses.

La concepción leninista del poder, criminalizando y reprimiendo a la oposición para proteger los intereses de “la clase dominante”, se ha venido consolidando. Ahora cualquier empleado público empoderado con el cuento de que “el pueblo es presidente” y de que ellos pueden hacer lo que quieran, no se preocupa por atender bien al ciudadano. Lo vemos en la calidad de los servicios públicos, lo vemos en la actitud arbitraria del Policía de Tránsito, lo vemos en las instituciones donde, salvo honrosas excepciones, muy excepcionales, hay un tratamiento educado. Lo que hay es una separación entre el “burócrata” el “servidor público” ahora ungido como “cuadro partidario” y el hombre de a pie que necesita de sus servicios.

Va a ser difícil pero no imposible recuperar la cordura y la civilidad, cuando han pasado ya tantos años de menosprecio a la dignidad de las personas humanas, de abusos, de corrupción, de latrocinio y de masacres.

Las elecciones sirven para cambiar gobiernos y crear sistemas políticos legítimos, en nuestro caso, para recuperar la libertad y superar las falencias institucionales que han permitido la acumulación de poder en caudillos, para cerrar las brechas sociales y las asimetrías económicas. Los dictadores creen que es con las tres P; los ciudadanos que es con un gobierno democrático.

La participación electoral es un enorme desafío, a fin de lograr una transición desde el pueblo y evitar cualquier intento de reproducir nuevos pactos y neo zancudismos perniciosos. Asimismo, abortando cualquier intento de “democratizarnos desde arriba” con una tutela militar… o policial.

A pesar de la crisis de los partidos políticos y el desprestigio de dirigencias en estado de obsolescencia y descomposición, ya ha habido un proceso de depuración y de identificación de quién es quién en la política nacional. Ya nos conocemos todos, con nuestras virtudes y nuestros defectos, con nuestras fortalezas y debilidades. Es la hora de poner en práctica una inmensa capacidad de sumar para que esta elección dé paso a recuperar la República.

El autor preside la Comisión de Relaciones Internacionales, Partido Ciudadanos por la Libertad.

Opinión
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