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Oposición en crisis de liderazgo

Desde los años noventa se disipó lo que parecía un panorama turbio para los intereses de un pueblo oprimido que en su mayoría era antisandinista. El racionamiento de la canasta básica, la persecución a la jerarquía católica, la escalada de cacería a la juventud por parte del Ejército y la Policía sandinista, eran elementos en contra del frentismo. Aunque se hablaba sobre la crisis en la oposición, que parecía irreconciliable, al final la oposición cerró filas en la Unión Nacional Opositora (UNO) con un solo candidato.

La conformación de la UNO para las elecciones de 1990 es el mejor ejemplo para los opositores de hoy, cuando las ideas y los intereses parecen estar cerrados y trancados por sus propias intrincadas indecisiones.

Hace unos días leí en el Diario LA PRENSA intercambios epistolares entre don Fabio Gadea Mantilla y el exdiplomático Arturo Cruz Sequeira, descalificándose entre ellos. El primero le recordó su pasado al otro y el segundo de manera perentoria le describió su abolengo (sacándose las mantillas al sol). Ambos se comportaron como si estuvieran en la vecindad del Chavo del Ocho.

Lo que sí se puede decir de Cruz Sequeira, es que no ha demostrado ser un opositor férreo ni ha calificado a Ortega de ser un dictador. Es evidente que algo falla en este aspirante a la nominación presidencial. Arturo, a toda costa no quiere una lucha frontal contra Ortega para lograr la Presidencia del país. Esta timidez no le favorece.

Desde abril del 2018, se han experimentado nuevos movimientos sociales y organizaciones políticas, porque hace tiempo que los partidos tradicionales han dejado de representar a los ciudadanos, por los pactos. Solamente hay puntos de coincidencia. Pero lo que más nos interesa es la ansiada unidad opositora, cuya ausencia pone cómodamente a Ortega. El periodista y escritor peruano, Jaime Bayly, le dijo a un político nicaragüense: “Si yo fuera Daniel Ortega te mando una botella de vino de regalo”, hay que recordar, Ortega no regala vinos, sino diputaciones.

Hurgando un poco el libro Historia de los Estados Unidos, me doy cuenta de cómo puede surgir un buen líder. La primera convención constitucional —indica el libro— tuvo lugar en 1787 en Filadelfia, EE. UU., y en ese año el Colegio Electoral formado por todos los delegados de todos los Estados andaba en busca de un verdadero líder. Había un problema aunque no mayor. George Washington —el ungido— no quería ser presidente. (Qué ironía en Nicaragua, todos quieren ser presidente). Como él sabía que el pueblo lo quería, este a sus 57 años a regañadientes terminó aceptando el cargo como el primer presidente de EE. UU. Washington, a pesar de ser un hombre culto y descendiente de una familia aristocrática británica, estableció un gobierno justo muy diferente a las tiranías monárquicas europeas de entonces. Cabe señalar que el presidente Washington mostró temple en los campos de batalla y por eso fue merecedor de cariño de su pueblo. En nuestro país no ha salido un verdadero líder como Washington, solamente el “Rey Arturo” autoproclamado candidato, quien dice ser capaz de ganarle a Ortega.

¿Qué pasará si la ansiada unidad no se cristaliza? Llegaríamos a la peor historia. Estamos sobreadvertidos. La paciencia ha llegado a su límite y debe verse desde la perspectiva como un debilitamiento de los líderes opositores.

Hay un ambiente de desconfianza o de desmotivación. Cada día que pasa la gente toma distancia cuando se le hace a un lado sus intereses para favorecer a los que detentan el poder. La crisis que enfrentan actualmente los partidos políticos va para largo, ojalá me equivoque, porque después sería tarde lamentarnos.

El autor es vicepresidente de la Asociación de Periodistas de Nicaragua (APN)

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