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El “No” del régimen Ortega-Murillo

En su mayoría, los nicaragüenses quieren participar en las elecciones de noviembre próximo a pesar que hasta el momento no existen garantías de un proceso electoral auténtico. Bajo esa premisa, tal vez valga la pena precisar algunos elementos del contexto del plebiscito de Chile en octubre de 1988, plebiscito que terminó con la dictadura de Augusto Pinochet.

En 1980 Pinochet promulgó una Constitución cuya aplicación quedó suspendida por ocho años, razón que motivó el plebiscito para dar continuidad a la suspensión, impidiendo con ello elecciones libres. Es decir, la “dictablanda” necesitaba legitimar su marco legal de continuidad en el poder; por su parte, Ortega tiene término constitucional de elecciones, pero no interés en salir del poder.

El dilema chileno era que si se salía a votar, finalmente legitimarían la Constitución y al propio Pinochet; el dilema nicaragüense es que no cambiará nada y Ortega se legitimará por medio de un fraude. ¿Por qué salieron a votar los chilenos entonces? Tal vez porque por primera vez podían expresar su rechazo al régimen sin ser reprimidos o tal vez por un acto de fe para que las cosas cambiaran. En el contexto nicaragüense, creo que tenemos que asimilar que las elecciones son nuestras, es nuestro derecho a votar y que es la oportunidad de demostrar de forma cuantitativa nuestro repudio al régimen.

Entre las diferencias que encontramos, es que Chile gozaba de un éxito económico que sustentó la popularidad de Pinochet, es decir, la Concertación (cerca de una veintena de partidos de oposición) no tenía certeza de ganar aunque fuera un proceso transparente. De hecho, tampoco confiaban en la transparencia del plebiscito, situación que se reflejó en la declaración del vocero de la Concertación Patricio Aylwin en el cierre de campaña, al manifestar que reconocerían el resultado si era transparente.

Si me permiten ser más crítico, Pinochet no respetó el proceso, ya que en los conteos preliminares lo ponían como ganador. A mi juicio, lo determinante en Chile fue la masiva participación que a su vez hizo recapacitar a las Fuerzas Armadas sobre las consecuencias de cometer un fraude. Los militares abandonaron a Pinochet, no fue hasta que el general Fernando Matthei, jefe de la Fuerza Aérea Chilena, declaró a medios de comunicación que para él era evidente el triunfo del No, que se revirtieron las tendencias en el conteo oficial.

Para la oposición al régimen Ortega-Murillo, el reto no es ganar la elección, sino convertir el proceso electoral de noviembre próximo en el arma que destruya los últimos cimientos en los que se sostiene la dictadura y ofrecer una oportunidad de redimirse a quienes apoyan al régimen hasta hoy.

El autor es maestro en Derechos Humanos.

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