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La voz en el vacío

Se oyó una voz atiplada por el timbre de la inocencia. No se necesita ser mayor de edad para presentar esa característica tonal tan básica en la niñez, el sello distintivo marcado por lo que debe ser el clarín del alba. Lo que se escuchó fue la otra forma de la expresión, la angustia de un niño de diez años con toda la queja asignada por el dolor. “Me dejaron botado”. No se refería al juguete perdido sino a la seriedad de la vida y de todos los derivados fatales. Estaba haciendo uso de todos los recursos de una madurez prematura en proporción a la capacidad de su desarrollo mental. La súplica puede tener cabida en cualquier adulto desesperado por sentirse atrapado por la soledad a la que se le puede saludar sin ser capaz de responder.

No hace poco un niño nicaragüense acaba de ser el protagonista de un drama insólito en horizontalidad terrenal en el desierto, zona muda, estéril, carente de rostro. Parló auxilio donde el único interlocutor es el silencio, pero aun así tuvo la valentía de solicitar ayuda. Anduvo con un grupo de personas y de repente se apareció un oficial dizque disfrazado de coyote. En las imágenes pudo comprobarse la figura del infante que avanza perdido. De repente se topa con un oficial cuyas alas eran lo único que podía ofrecer el vuelo de la esperanza. Venía sin papá, sin mamá, sin ninguna sombra que mitigara las ingratitudes del sol, solamente las que prodigara Morfeo. Era necesario puntualizar la situación del niño para retratar la crisis migratoria sufrida por los países centroamericanos a la que pertenecen Guatemala, Honduras y El Salvador. Una crisis extensiva a todo el mundo que adquirió la categoría de ser la sede de la tragedia.

Mortal resulta ser la aspiración de cumplir con la plasmación del sueño americano, algo que en vez de poseer el calificativo tantas veces deseado se ha convertido en una pesadilla cuyo símbolo está representado por lo singular, cuando lo que cebe es la aplicación plural por cuantos como él no fueron blanco del horror. El niño en este caso es un símbolo del drama, una referencia universal del patetismo. Por qué no decir que es un personaje célebre de la historia con solo el hecho de haber apelado al ángel que en ese momento estaba ausente aparecido por la bondad de un milagro, si cierta es la versión que ha corrido en los pasillos de los medios de comunicación no solo para llamar la atención sino para salvar la vida en la flor del “divino tesoro” que estuvo a punto de partir para no volver.

El autor es periodista.

Opinión
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