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¿Qué hacer si fuera presidente?

Revelo con modestia, o sin ella, algunas propuestas a realizar en mis primeros cien días de Presidencia, en el caso de llegar a ser presidente, lo que de hecho no lo sería en el contexto actual.

Gobernaría para todos, respetando la decisión de la mayoría votante; no tratando de querer cambiar las cosas abruptamente, como lo suelen hacer las quimeras revoluciones registradas en nuestra historia; prepararía las condiciones para establecer un Gobierno Limitado, reduciendo al máximo la burocracia con lo cual se sentarían las bases para una economía exitosa del ahorro y como primer freno a la corrupción.

Implementaría un debate nacional con ayuda internacional para aplicar mediante un proceso consultivo y accionario 5 Reformas y el Impuesto Único para poner al Estado en su lugar y al país de pie. Esta propuesta novedosa en cuanto a una real aplicación del liberalismo clásico en Latinoamérica acuerpada por unos diez partidos políticos liberales del Subcontinente, jóvenes, briosos y despercudidos de atavismo, miembros a su vez del Foro Liberal de América Latina, el cual dicho sea de paso este año celebra su 6 Foro en Perú y al cual pertenece el Partido Liberal de Nicaragua.

Las 5 Reformas no van a ser aplicadas de inmediato. Claro que no. Este quinteto de reformas, que bien merecen la pena fomentarlas y darlas a conocer desde varias propuestas en otras oportunidades, las iría implementando primero desde un grado de conocimiento ciudadano, ante las graves injerencias del Estado en menesteres que no son sus funciones, y que se resumen en dos reformas macro, una política y otra social.

Estas, bajo los principios de la puesta en práctica de un Gobierno Limitado, “tanto en poderes y facultades, recursos y dinero”, colocaría al Gobierno en el lugar que se merece: proveer defensa (exterior) y seguridad (interior); administrar justicia, contratación y mantenimiento de obras de infraestructura física; recortar los poderes y facultades excesivas, lo cual le quitaría una inmensa carga de funciones impropias. El otro principio, de mercados libres, derogaría las “leyes malas”, caldos de cultivo para los monopolios u oligopolios, en beneficio de los negocios y empresas favorecidas que impiden el funcionamiento de las leyes de la oferta y la demanda y el principio de “propiedad privada”.

“Reforma Política (seguridad, justicia e infraestructura); Económica (para ganar más y vivir mejor); Educación (enseñanza de primera calidad para todos); Atención médica (eficiencia y excelencia en el cuidado de la salud) y, finalmente, reforma de las jubilaciones y pensiones (prestaciones dignas y suficientes).

Exponer un plan de gobierno en pocas palabras es casi que imposible, pero al menos se dan a conocer las coordenadas esenciales de cómo ir reformando al Estado sin alharacas de guerrillas auto engrandecidas con las mitologías del héroe ni con las buenas intenciones de la mala derecha.

Bajo esta propuesta, que incluye la aplicación de la justicia (motivando y respetando la institucionalidad del Sistema Judicial), para aquellos que han cometido crímenes de lesa humanidad, estaríamos iniciando la institucionalización de la democracia y el Estado de Derecho.

De ser presidente, ir al banco o a un lugar de comidas rápidas haciendo fila como cualquier mortal, eliminar el Despacho de la Primera Dama (de estar casado), viajar en vuelos comerciales para giras de trabajo y no tocar un centavo de las arcas del Estado —sancionar hasta con la pena de muerte al funcionario que lo haga—. Pero solo soy un simple ciudadano lejos de mi país, sin siquiera poder votar y en el hipotético caso de llegar a hacerlo, no saber por quién pues no veo ninguna candidatura a la altura de lo que se necesita para proscribir a la tiranía. Eso sí, empecinado en que un día resplandezca el sol alumbrándonos a todos, lo que también pasa, entre otros temas, por no tener presos políticos e implementando el voto del exterior.

El autor es escritor y periodista exiliado en Estados Unidos.

Opinión
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