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Una agenda sobrecargada

A comienzos del año, LA PRENSA publicó un artículo de opinión mío comentando la estrategia de seguridad nacional de la administración Biden. Esta incluía temas macro —como la importancia de revivir las tradicionales alianzas norteamericanas— que siguen vigentes. Sin embargo, el presidente Biden está enfrentando múltiples desafíos imprevistos que están afectando la seguridad nacional estadounidenses. Esto siempre ocurre. Por ejemplo, John Kennedy “heredó” un plan para invadir Cuba a través de la Bahía de Cochinos que fracasó y fue un tremendo revés en los primeros meses de su presidencia

A continuación les ofrezco algunos de los problemas inesperados que Biden enfrenta a poco más de 100 días de su toma de posesión. Mi listado no es completo, pero les da una idea de lo sobrecargada que está la agenda de seguridad nacional norteamericana.

Abro con problemas internos. El más impactante es el ataque cibernético al Colonial Pipeline Company, una empresa que maneja un oleoducto que suministra la mitad de la demanda para derivados de petróleo en el sureste y este de Estados Unidos (EE. UU.). Los hackers que asaltaron a Colonial Pipeline lograron paralizar esta importante infraestructura obligando a miles de bombas de gasolina a cerrar su servicio y a que cuatro gobernadores decretasen una emergencia en sus estados: Carolina del Norte, la Florida, Georgia y Virginia. También ha provocado un alza en el precio de gasolina a más de US$3 por galón, un nivel no alcanzado en seis años. Pero lo más grave es que se ha demostrado que EE. UU. es vulnerable a ataques cibernéticos cuyos efectos pueden ser desastrosos para su infraestructura civil y hasta para su defensa militar. Además, casos como Colonial Pipeline tienen un costo político. Recordemos que largas filas en gasolineras en 1979 contribuyeron a que perdiese la presidencia Carter contra Reagan porque Carter se percibió como ineficaz.

Otro problema interno está relacionado a una serie de indicadores económicos preocupantes. Más específicamente, para revivir a la economía en el período pos-Covid, tanto el gobierno de Trump como el de Biden aprobaron masivos paquetes de estímulo. Como era de esperarse, la economía está repuntando, pero estos gastos han creado déficits fiscales enormes. Y el desempleo no ha bajado tanto como era de esperarse porque millones de cesantes prefieren no buscar trabajo debido a los generosos pagos gubernamentales que están recibiendo. Por otro lado, se están viendo niveles de inflación —4.2 %— que no se habían dado desde 2008. Y estos, a su vez, se han traducido en alzas exageradas en el precio de muchos bienes desde vehículos hasta el cobre, acero y madera que son importantes insumos para la construcción. Más preocupante aún es que las tasas de interés en EE. UU. han comenzado a subir. Como consecuencia de todo esto, hay volatilidad en la bolsa que en los últimos días ha sufrido fuertes pérdidas. Esta inquietante cadena de datos económicos también tiene una dimensión política. Ha generado un cuestionamiento del manejo que el presidente y su equipo le han dado a la economía.

El campo internacional también está movido. Se sabía que el Medio Oriente —especialmente Irán— sería un desafío para EE. UU. Pero nadie se imaginó que estallaría prácticamente una guerra entre el Estado judío y los palestinos ni que seguiría inestable políticamente Israel que está en la antesala de una quinta elección en dos años. Esto porque ningún líder ha logrado obtener una mayoría en el parlamento israelí. Esta situación ha borrado el entusiasmo que algunos sintieron el año pasado cuando se firmaron los “Acuerdos de Abraham” entre Israel, por un lado, y los Emiratos Árabes Unidos y Bahrein, por otro, y cuya comadrona en las negociaciones fue la Administración Trump.

La migración masiva de indocumentados latinoamericanos a EE.UU. a través de la frontera sur es otra crisis sociopolítica para Biden. El influjo de ilegales es altísimo. Pero a diferencia del pasado, no se limita a centroamericanos del Triángulo Norte. Cada noche se pasan por la televisión norteamericana imágenes de ilegales provenientes de Venezuela y Cuba que se han sumado a los centroamericanos y mexicanos. Los republicanos están aprovechando esta situación para afirmar que con Trump la frontera estaba “bajo control” pero que Biden no sabe qué hacer con ella. Y este mensaje está calando.

Para contrarrestar esta crítica, el presidente Biden ha encomendado la delicada tarea de ponerle fin a la masiva migración ilegal a su vicepresidente, Kamala Harris. Para esto ella tiene programada una visita a Guatemala. Pero veremos cuánto podrá lograr, sobre todo por el estado delicado de las relaciones de Washington con Honduras y El Salvador. En este último país, a pesar de que el presidente Bukele fue electo democráticamente y su partido logró un triunfo abrumador en las recientes elecciones parlamentarias, hay crecientes dudas en Washington de su compromiso para con la democracia porque su congreso reemplazó a los jueces de la Sala Constitucional de la Corte Suprema y al fiscal.

Si sumamos a lo anterior la crisis en Colombia, las relaciones tensas con la China y Rusia, la polarización que todavía impera en EE.UU. entre republicanos y demócratas y otros temas internos como el “racismo sistémico” que existe en la Unión Americana, es obvio que Biden enfrenta una agenda sobrecargada. Según encuestas, el presidente todavía cuenta con un quantum importante de respaldo popular, en gran medida por su exitosa conducción del programa de vacunación contra el Covid. Pero de no resolver rápidamente estos y otros desafíos imprevistos, su capital político irá erosionándose. Y EE. UU. tiene elecciones legislativas en noviembre de 2022. Estas históricamente favorecen al partido de oposición en el primer período de un presidente. ¡Y los opositores ahorita son los republicanos!

El autor fue embajador de Nicaragua en Washington

Opinión China covid- Estados Unidos
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