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Caminante no hay camino

Hace ya tantos años la poesía de Antonio Machado fue musicalizada por Joan Manuel Serrat, era la época de la dictadura somocista y esa canción elevada a música de protesta fue entonada por los estudiantes de mi generación en la Universidad Centroamericana (UCA). En los setenta y mientras la represión de la Guardia Nacional aumentaba, su música y su letra se convirtió en un himno de rebeldía.

“Todo pasa y todo queda, pero lo nuestro es pasar” parece dirigido a quienes no asimilan esa filosofía y se aferran al poder que pretenden no dejar jamás. Es también una exhortativa a entender que nada es eterno y que todo pasa, pero quedará en la memoria histórica el recuerdo de lo malo que se intenta borrar y que los descendientes de las víctimas mantendrán vivo, como una exigencia de justicia y reparación para sus deudos y una exhortativa permanente para la no repetición porque, efectivamente a ellos les corresponde “hacer caminos sobre la mar”.

Y qué apropiada esa letra en estos días de represión e incertidumbre, de la permanente lucha del bien contra el mal, de Dios contra el diablo, para que reflexionemos acerca de cómo enfrentar este nuevo desafío, cada vez peor, que intenta arrebatarnos a los nicaragüenses el derecho de vivir en paz, en democracia, en libertad.

El desafío que nos presenta esta vez la dictadura es el peor de los que tengo memoria en nuestra agitada vida política, han logrado instalarse en el poder utilizando todas las armas jurídicas, ideológicas, logísticas e institucionales para lo que pervirtieron la naturaleza de los poderes del estado, irrespetando todo principio y todo compromiso jurídico interno e internacional. Fascismo tropical, comunismo jurásico, totalitarismo, absolutismo cuasi monárquico, para aterrorizar a la población intentando llevarnos como en una caja de sardina a unas elecciones a la medida de los intereses del proyecto castrista-chavista-pinochetista-putunista-orteguista. Es el peor porque han hecho lo que era impensable en pleno siglo XXI, en el cinturón de la órbita de los intereses geopolíticos y militares de los Estados Unidos de América, el antiguo paladín de la democracia en el mundo, ahora enfrentando también la pandemia de Covid-19 y sus variantes.

La perversa estrategia que arrancó desde que los derrotó doña Violeta Barrios de Chamorro y se afianzó a punta de bala y muerte a partir de abril del 2018 solo podrá ser superada a través de la política, enfrentando a la dictadura en las urnas y ser capaces de ganar elecciones y derrotar a los populistas. Si no somos capaces de hacerlo, difícilmente podremos cambiar las cosas. Es un trabajo muy duro porque se requiere poner la vida en peligro, asumir riesgos en la organización y movilización, pero no hay alternativas. Las democracias solucionan sus problemas en las urnas y esta no es una democracia sino todo lo contrario, pues mientras los nicaragüenses queremos salir de la crisis a través de la fiesta cívica que nunca tuvimos, tambores de guerra suenan como respuesta a nuestras ansias de libertad. Los malos y maquiavélicos consejeros del pasado, si vis pacem para bellum, le regalaron una maldición a nuestro pueblo: la paz bajo la fuerza bruta de las armas, la paz de los cementerios.

Qué le espera a nuestro país si se impone el régimen del terror, seguramente más años de terrorismo desde el Estado. Más años de sufrimiento y condenados a ser un país sin futuro. Esta es la última oportunidad de salir de este sistema oprobioso. Lo mínimo que debemos hacer es juntar tantos vigores e ingenios dispersos.

El autor preside la Comisión de Relaciones Internacionales Partido Ciudadanos por la Libertad

Opinión covid-19 Joan Manuel Serrat Violeta Barrios de Chamorro
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