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Murieron, con olor a santidad

 Nicaragua está siendo azotada con fuerza por el coronavirus y los especialistas creen que se trata de la variante delta.

A como sea, lo cierto es que han muerto muchas personas, incluyendo catorce sacerdotes de la Iglesia católica, entre ellos mi primo hermano el presbítero Julio de los Santos Dávila Calero, quien falleció el 15 de agosto, día de la Asunción de María Santísima, nuestra madre.

El cardenal Leopoldo Brenes tuvo palabras hermosas de agradecimiento hacia el padre Dávila, lo mismo que cada obispo en donde pertenecían los sacerdotes. Después de Managua (5), Estelí ha sido golpeado con tres fallecidos. Los sacerdotes, una vez concluido el seminario, si lo desean, continúan estudios universitarios para una mayor formación y servir mejor a su iglesia y enfrentar las sectas con mayor claridad.

 Igual que toda muerte de Covid-19 la de médicos duele, independientemente quién sea porque es una persona que vive para servir. Igual los sacerdotes que están para servir a la población de determinada comunidad.  También duele  todas las personas que han muerto por esta terrible pandemia a nivel mundial, una guerra contra la humanidad sin disparar armas de fuego.

La forma en que se contaminan las personas varía según el lugar en donde esta se encuentre, algunas lo transmiten por descuido al no protegerse con la ahora muy útil mascarilla, por supuesto el alcohol y la distancia. En los hospitales es difícil mantener la distancia cuando las salas de consulta se mantienen llenas, algunas irresponsables usan la mascarilla hasta la boca no cubriendo la nariz, lo mismo sucede en las iglesias y en todo lugar cerrado, que si sienten que se ahoga lo mejor sería que practiquen en su propia casa, pero que no la lleguen a tirar a la mesa u otro lagar.

Esa irresponsabilidad cuesta vida en todos los lugares donde llegan, pueden matar a su propia familia porque pueden ser portadores asintomáticos. Algunos artistas de la farándula han cometido este crimen.

Llegar a la iglesia con la mascarilla en la boca, hacer el parapeto de tapar la nariz para comulgar, pero al tocar la mascarilla y llegar con las manos donde el sacerdote, le puede transmitir el virus en caso que lo ande de manera asintomático. Esto puede suceder en las consultas médicas y otros lugares.

Pero acercarse al sacerdote, al médico u otra persona de esa manera, es un acto criminal, no irresponsable, por eso las medidas de restricción debieran ser más serias con este tipo de persona, por lo menos retirarlas del lugar donde se encuentran.

El sacerdote no va a retirar a nadie, pero están los laicos, los catorce sacerdotes fallecidos y cuatro en cuidados intensivos comprueba que los sacerdotes se contaminaron sirviendo a sus hermanos, ellos no murieron con olor a ovejas, lo hicieron con olor a santidad.  El dolor de no asistir al funeral de un familiar es duro, pero solo las personas que lo han vivido lo saben.

 El autor es abogado.

 

Opinión covid-19 Iglesia Nicaragua
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