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La educación en valores

Reconocidos especialistas en educación reconocen que los valores representan “las enzimas de todo proceso de aprendizaje”, y que “la educación por naturaleza acontece en un contexto de valores y tiene compromisos éticos; el conocimiento, por principio, debería ir unido a la práctica de la virtud”.  El Informe de la Comisión Internacional sobre la educación para el siglo XXI, “La Educación encierra un tesoro”, conocido también como Informe Delors, señaló que dadas las características de la sociedad contemporánea, plagada de incertidumbres y tensiones, “todo convida a revalorizar los aspectos éticos y culturales de la educación”.

La axiología, que es la disciplina que estudia sistemáticamente los valores, se incorporó a la filosofía hasta en la segunda mitad del siglo XIX.  Se atribuye a Federico Nietzche la introducción, al léxico común, del término valor.  Pero fueron los filósofos alemanes Lotze y Rickert quienes iniciaron los estudios científicos-filosóficos sobre los valores.

En este sentido fue definitivo el aporte de Max Scheler, quien para demostrar la existencia de los valores, independientemente de los objetos reales en que están “depositados”, o que les sirven de sostén, los comparó con los colores que existen independientemente del objeto.  Así, puedo concebir, por ejemplo, el color rojo como un puro color del espectro, independientemente de la superficie que colorea, y que no es una simple cualidad de ella sino algo que existe o vale por sí mismo.  

Pero la importancia del estudio de los valores trasciende los dominios de la filosofía e interesa a toda la sociedad, ya que son los valores los susceptibles de orientar, dar rumbo al comportamiento individual y colectivo.  Los valores contribuyen a que las personas, las instituciones y las sociedades establezcan sus metas y fines.

El tema de la formación en valores ha estado por mucho tiempo relegado en nuestra praxis educativa.  Sin embargo, hoy en día es uno de los temas prioritarios en la agenda del debate internacional, desde luego que se reconoce que quizás el principal propósito de la educación es precisamente la formación ética de las personas y de los futuros ciudadanos.

La primera pregunta que cabe formularse es si es posible educar en valores. Si la respuesta es positiva, ¿cuál es la metodología más apropiada para enseñar los valores?  ¿Cabe la formación en valores en todos los niveles del sistema educativo, incluyendo el superior?

Frente a quienes mantienen cierto escepticismo sobre el rol de la educación en el proceso de formación de valores, la mayoría de los pedagogos contemporáneos sostienen que si la educación es el medio ideal para la formación de la personalidad, ella es también el medio privilegiado para inculcar un plexo valorativo que dé sustento a una conciencia ética.  Incluso, buen número de educadores sostienen que hablar de educación integral es hablar necesariamente de valores, desde luego que educar no es simplemente instruir sino formar.

La educación en valores adquiere hoy en día mayor relevancia ante la competencia que los sistemas educativos tienen que enfrentar con los antivalores que, frecuentemente, difunden ciertos medios masivos de comunicación. Cuando se dice que vivimos una “crisis de valores”, en realidad nos referimos al conflicto o choque de valores, que no sólo procede de los medios sino que puede también tener su origen en la misma familia o en la comunidad.  

En definitiva, si se trata de promover una educación integral, que comprenda los aspectos cognoscitivos, afectivos y psicomotores, la formación en valores no puede estar ausente, si el objetivo final es la formación de una personalidad ética dotada de un plexo valorativo.

Derechos Humanos, la Democracia y la Paz son los elementos fundamentales que hoy día representan la base de una ética mundial al ser reconocidos como valores universales. En cuanto a los métodos de enseñanza, se recomiendan métodos activos, las tareas en grupo, la discusión sobre cuestiones morales, la enseñanza personalizada y el ejemplo. Paulo Freire señala la absoluta necesidad de que exista congruencia entre lo que enseña el profesor y su conducta personal. En cuanto a la Democracia, cabe señalar los aprendizajes que se adquieren por los estudiantes con la existencia de los gobiernos estudiantiles que, en Nicaragua, demostraron su eficacia en los primeros años de la década de los noventa del siglo pasado.

En lo que respecta a la educación superior, esta puede contribuir de múltiples maneras a la educación para la paz, los derechos humanos y la democracia.  En este sentido, debería considerarse la posibilidad de introducir, en los programas de estudio, conocimientos, valores y aptitudes referentes a la cultura de paz, los derechos humanos, la justicia, la práctica de la democracia, la ética profesional, el civismo y la responsabilidad social. Esto sería congruente con lo que establece el artículo 116 de nuestra Constitución: “La educación tiene como objetivo la formación plena e integral del nicaragüense; dotarlo de una conciencia crítica, científica y humanista…” Tomen nota las universidades estatales que expulsaron estudiantes por ejercer su conciencia crítica. “Una Universidad es un centro de pensamiento independiente –escribe Robert Hutching– y por lo mismo es un centro de crítica”.

El autor es educador, académico y escritor.

Opinión educación Valores
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