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Taiwán en la nueva Guerra Fría

La Guerra Fría no ha terminado. Las potencias a finales de los 80 hicieron sus paces y los países satélites como Cuba y Nicaragua no han desistido en sus políticas fracasadas, rebuscando entre las tinieblas de sus sistemas obsoletos al “hombre nuevo”, que nunca llegó, ni siquiera entre las fulminantes y desorbitadas utopías anticapitalistas.

Ahora, nuevamente tras las aventuras armamentistas en la Rusia de Putin, las embestidas diplomáticas de China contra cualquier nación que apoye a Taiwán, así como la defensa de Estados Unidos ante la seguridad hemisférica de cara a estos acontecimientos, la han vuelto a poner en el tapete del debate global.

La Guerra Fría pareciera volver a aquel período de confrontación nuclear de la humanidad, sobre todo en 1962, cuando estuvo a punto de realizarse el enfrentamiento directo entre EE. UU. y la URSS por razones de dominio ideológico y territorial. 

Y aunque atrás han quedado los pulverizados restos del Muro de Berlín en la extinta Alemania Oriental, o los viejos misiles rusos en Cuba han desaparecido, la persistencia de este fenómeno subsiste tras la amenaza bélica en la ayuda a Venezuela, Cuba y Nicaragua, dentro del eje del enfrentamiento a Estados Unidos por la lucha en la competitividad global. Esta vez además, con Taiwán de por medio, nación independiente en su lucha ante la amenaza China por anexarla.

También el diferendo entre Ucrania y Rusia enciende las alarmas sobre todo ante la OTAN y sus repercusiones en el mundo entero, alterando los cálculos para llevar a cabo invasiones humanitarias, armamentistas y nuevos juegos políticos.

La izquierda comunista latinoamericana y su insuperable resentimiento antiestadounidense, se ha parapetado en las faldas de China y Rusia amparándose en una supuesta solidaridad que en la práctica o es así. Para muestra un botón: la ruptura de relaciones diplomáticas con Taiwán, de parte del régimen de Daniel Ortega en Nicaragua recientemente y su inmediata reapertura con China, no traerá a corto plazo beneficios tangibles.

Ante esta realidad la nueva refriega podría darse a varias bandas contra China, partiendo de muchos hechos contundentes que impulsarían dicha confrontación. Contrario a la disputa EE. UU. versus URSS de antaño, esta vez son muchas las naciones que de una u otra forma elevarían su discordia, pues la actitud del gigante asiático en su apogeo contra Taiwán continúa generando desconfianza e inseguridad. Veamos algunos casos.

A pesar de haber llegado a acuerdos con Inglaterra, China cerró los espacios democráticos electorales en Hong Kong, entregando el poder a los pro Pekín bajo nuevas leyes; ha construido nuevas islas artificiales en el Mar Meridional tomando así control naval y comercial sobre el 90 por ciento de esa dimensión marítima; roba con frecuencia tecnología de punta de empresas que fabrican aviones y barcos de guerra para Estados Unidos, ha incrementado sus dispositivos armamentistas nucleares como ninguna otra nación y por si esto fuera poco, se opone a toda investigación formal sobre los orígenes del coronavirus.

Estos hechos de rapacidad, piratería y sospecha virológica —según el analista político Luis Zúñiga— han hecho despertar a muchos gobiernos del mundo “sobre las intenciones hegemónicas y militaristas” del régimen de Xi Jinping e incluso, a través de los cuales, se pretende también desviar la atención de que Taiwán es su principal objetivo de dominio.

Ahora bien, de cara a las amenazas ante la pequeña isla —de una asombrosa solidaridad con los países empobrecidos sobre todo de Centroamérica a la cual muy mal le han pagado Costa Rica, El Salvador y Nicaragua—, China ha realizado incursiones aéreas más allá de la zona de seguridad taiwanesa y ha incrementado las presiones internacionales para cerrarle espacios, en su afán por aislarla, obligando represivamente a que no se abran oficinas comerciales, lo que por otra parte ha sido minimizado en regiones como Europa, donde el apoyo se ha incrementado como en el caso del parlamento de los Países Bajos, con sendas resoluciones a favor de la isla bajo el gobierno de la señora Tsai Ing-weng.

Todas las guerras son infernales y sangrientas, y el destino manifiesto de la humanidad pareciera que aún no se apresta a proscribirlas. Espero que esta amenaza velada de una tercera Guerra Fría sea un hecho que por sus propias torceduras y dolores, no llegue a darse. Y que Taiwán siga su vida con base en su derecho soberano.

El autor es escritor y periodista nicaragüense exiliado en Estados Unidos.  Columnista Internacional.

Opinión Guerra fría Taiwán
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