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Enrique Bermúdez, héroe nacional

Así lo dijo uno de los comandantes contras y ex Guardia Nacional de Nicaragua el domingo 20 de febrero de 2022 en Miami, en un acto histórico recordando al comandante Enrique Bermúdez Varela, jefe del más grande ejército campesino de la contrarrevolución nicaragüense en la década de los 80, la guerrilla de derecha que enfrentó al belicismo sandinista y quien fuera cobardemente asesinado en Managua en 1991, crimen como tantos otros aún no esclarecidos públicamente, oficialmente, desde 1979 cuando se entroniza en el poder el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN).

“Un día, estoy seguro, será nombrado héroe nacional nuestro comandante Enrique Bermúdez Varela”, dijo el viejo guerrero.

Haber dicho estas palabras expresando ese deseo merecido, años atrás, habría sido interpretado como una herejía política desde la imposición de la exagerada, malversada y perversa propaganda negativa que los sandinistas generaron desde sus inmensos aparatos de dominación ideológica contra todo lo que oliera a oposición a ellos; en ese orden, cabe señalar primero al somocismo, después a Estados Unidos con su “imperialismo criminal” y luego a la Contra, también llamada Resistencia Nicaragüense, aunque el nombre con mayor precisión histórica es Fuerza Democrática Nicaragüense (FDN), organización como en sus orígenes se nombró a esa legión de hombres sencillos y humildes, campesinos en su gran mayoría, que tomaron las armas cuando el propio sol de sus montañas se vio obnubilado por los graves descarrilamientos del sandinismo.

Era de esperarse que la división de las fuerzas democráticas de Nicaragua, originada desde los tiempos de la independencia de España, y orquestada en un inicio por las reyertas entre bandos liberales y conservadores, habría también de afectar a quienes intentaron unirse para combatir al sandinismo con las armas y la diplomacia.

Volviendo a la lucha de Bermúdez, nacido en la ciudad de León en 1932 y graduado en la Academia Militar con el grado de cadete número 3-80 (posterior seudónimo de guerra), quien en 1952 ingresó al  cuerpo de ingenieros de la Guardia Nacional, alcanzando el grado de coronel bajo la Administración del presidente Anastasio Somoza Debayle, su lucha no fue nada fácil, pues debió enfrentarse hasta con sus propios aliados por desavenencias e intereses personales de la cúpula cívica política de la Contra, en medio de aquella travesía política anticomunista apoyada por el mandatario estadounidense Ronald Reagan en la que se combatió arduamente. Su rememoración reciente es un hecho que cobra vigencia en la actualidad.

Habiendo sido un verdadero estratega militar (miembro del Colegio Interamericano de Defensa) quien al momento de la toma del poder por parte de los sandinistas fungía como agregado militar en Washington, fue además miembro de foros estratégicos en el entorno de la Guerra Fría, su mayor mérito es haber logrado mantener firme a las tropas en medio de tantas adversidades.

Divisiones internas lograron apartarlo al final de la guerra, cuando además las potencias Rusia y Estados Unidos habían dejado claro que no podían seguir manteniendo dicho conflicto, no permitiéndole ser parte de las negociaciones para alcanzar la paz, lo que sirvió de gran beneficio para los sandinistas, siendo el primero de ellos haber entregado los rebeldes posteriormente las armas, lo que desde entonces ha traído entre otras consecuencias, muchos crímenes contra estos “paladines de la libertad”, como llamara el propio Reagan a los alzados en armas.

Como vocero del fugaz Instituto Nicaragüense de Repatriación (1990-1991) creado por la Administración de la exmandataria, Violeta Chamorro, después de haber regresado a Nicaragua proveniente de mi exilio en Guatemala, estuve en la vela, misa y demás improvisadas honras con que se despidió al coronel Bermúdez de este mundo, previo al traslado de su cadáver a Miami donde yacen sus restos y existe una calle que lleva su nombre. Me emocionó mucho cuando todos los presentes se habían marchado a sus casas y solo quedó el féretro, ver a un comando joven llorando y abrazando el ataúd hasta horas después del amanecer, así he sabido que muchos recuerdan al amigo y jefe de tropas que estuvo todo el tiempo al lado de sus combatientes.

Por eso, me decía uno de los organizadores de este reciente evento, al que asistieron personalidades de diversas procedencias, Leonte Bolaños, y en el que también participaron Ottoniel Vásquez, Denis Pineda y Noel Castillo, que ese acto conmemorativo era también para que junto a Bermúdez se rememorara “la gesta de todos los caídos en esa lucha por la libertad de Nicaragua”. Los viejos héroes están de pie.

El autor es poeta y periodista nicaragüense exiliado en Estados Unidos. Columnista Internacional.

Opinión Enrique Bermúdez
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