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Mis recuerdos de la Academia Nicaragüense de la Lengua

Ingresé a la ilustre Academia Nicaragüense de la Lengua, fundada en 1928 por el doctor Carlos Cuadra Pasos, quien fue su primer director, el 30 de agosto de 1995. Escogí como tema de mi discurso de incorporación La paideia en Rubén Darío: una aproximación. Mi tesis fue que de la poesía de Rubén Darío podemos extraer una auténtica paidea, es decir, un conjunto de principios éticos y morales para la vida individual y social de los nicaragüenses.

¿Quién iba a decirme, en enero de 1971, cuando en mi calidad de rector de la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua me correspondió el privilegio de realizar la investidura de Ernesto Mejía Sánchez como Doctor Honoris Causa del Alma Mater que, dos décadas después, se me conferiría la honra de sucederle en la silla académica que él tanto enalteció.

Abogado por formación y educador por vocación, no debe sorprender que dentro del amplio legado dariano, haya escogido, como tema de mi discurso, La paideia en Rubén Darío: una aproximación. En Rubén, igual que en todos los grandes poetas de la humanidad, siempre existió una preocupación por el arquetipo de hombre y por los ideales educativos y culturales que deben inspirar el paradigma de ciudadano capaz de encarnar los más altos valores cívicos y sociales.

Tuve el honor que el propio director de la Academia, don Pablo Antonio Cuadra, respondiera mi discurso con una magnífica pieza literaria de la que extraigo el siguiente párrafo: “Este valioso trabajo de don Carlos Tünnermann debería convertirse en un texto obligatorio del programa educativo oficial de Nicaragua: la belleza es la mejor maestra de un pueblo. Los nicaragüenses hemos hasta ahora desperdiciado este valor que forja y robustece las esencias y raíces de lo nacional. Nos enorgullecemos de tener a Darío en nuestro Olimpo… ¡Sea, pues, bienvenido a nuestra Corporación, nuestro nuevo e ilustre académico! Lo recibimos con los brazos abiertos”.

Recuerdo que en la primera reunión de trabajo, a la que asistí ya como académico, me sorprendió leer en los estatutos de la Academia, entonces vigentes, que para ser académico se requería ser varón, mayor de treinta años y tener publicadas obras literarias, etc… Entonces, dirigiéndome a nuestro director, D. Pablo Antonio Cuadra, le expresé que me parecía absurdo que en los años noventa del Siglo XX todavía existiera en nuestra Academia una disposición discriminatoria para las mujeres intelectuales.

Don Pablo Antonio estuvo de acuerdo conmigo y respaldó mi moción, lo que permitió suprimir el requisito de ser varón para poder ingresar a la Academia. Posteriormente, el doctor Edgardo Buitrago y mi persona propusimos como académica correspondiente a la poeta, pintora y escultora Mariana Sansón Argüello, cuyo ingreso fue aprobado por unanimidad. Fue la primera mujer que ingresó a nuestra Academia en calidad de académica correspondiente. La primera mujer que ingresó como académica de número fue la notable novelista leonesa Rosario Aguilar.

Desde entonces las mujeres tuvieron abiertas las puertas de la Academia, de tal manera que de los veintidós miembros de número que componen la Academia, siete son mujeres, siendo ellas: Rosario Aguilar, Isolda Rodríguez Rosales, Gloria Elena Espinoza de Tercero, María Auxiliadora Rosales Solís, Nydia Palacios Vivas, Hilda María Baltodano Reyes y Gioconda Belli Pereira. También fue miembro de número de la Academia Ana Ilce Gómez Ortega (q.e.p.d.).

Cuando ingresó Mariana Sansón Argüello me correspondió el honor de hacer su elogio: “Nuestra nueva Académica es para mí una voz única e intemporal en la poesía nicaragüense. Solo con la poesía metafísica de Alfonso Cortés podríamos emparentarla, pero advirtiendo que la poesía de Cortés es «alfonsina» y la de Mariana «marianasansoniana». Es decir, únicas. Ambos, por su apelación al subconsciente, su extraordinaria capacidad sensorial, que les permite ver, oler, tocar y oír lo que nunca antes nadie ha visto, tocado ni oído; de pintar las cosas abstractas: el tiempo, las horas, los números, el espacio, podemos decir que se inscriben en la gran corriente del surrealismo contemporáneo («tocando un infinito», «el grito de la tarde», «el mar que habla en el vacío», «sumando eternidades», «las astillas de Dios arden»)… … “ ¡Cómo me complace que la mujer nicaragüense haga hoy su entrada en nuestra Academia de la Lengua, dignamente representada por esta singular poetisa, que de haber vivido en tiempos de Darío, éste sin duda la hubiera incluido en la galería de sus Raros!”.

En su discurso de ingreso Mariana nos reveló el secreto de su creación poética: “Permitidme ahora, Señores Académicos, que en oportunidad tan solemne, descubra ante vosotros algo de las intimidades en las que se ha gestado y desarrollado mi creación poética. Una creación, que como ya he dicho muchas veces, no ha surgido de ninguna lectura previa de poesía, ni de ambiente literario alguno, sino, que ha brotado de manera espontánea y casi como dictada por una secreta y desconocida voz. Como verdadero don gratuito del Espíritu Santo.” … “Pues bien, la revelación que quiero hacer es la de la acción mágica y creadora que produce en mí la palabra por sí propia. Es una palabra cualquiera la que surge de momento en mi cerebro y queda vibrando en mis adentros, provocándome una serie de ideas, emociones y hasta de vivencias, que aunque no vividas por cierto, son como si realmente las hubiese vivido. Esa palabra es como la punta de una cinta que sobresale en los torneos, y que al venirse a mi mente, pareciera que la tiro con el pensamiento y desenrolla la poesía, como en un juego”.

Desafortunadamente, la personalidad jurídica de nuestra Academia, tras casi un siglo de su existencia fue suprimida por la Asamblea Nacional siguiendo instrucciones del Poder Ejecutivo. Sin embargo, los académicos hemos decidido seguir siendo fieles a nuestro lema dariano: “En espíritu unidos, en espíritu, ansias y lengua”.

El autor es miembro de número de la Academia Nicaragüense de la Lengua.

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