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Democracia es la bandera

El conflicto fundamental que vive Nicaragua es entre un régimen dictatorial atornillado al poder mediante el uso de la fuerza bruta, y las fuerzas opositoras que propugnamos y promovemos una salida democrática, es decir la conquista de las libertades ciudadanas y la realización de elecciones libres.

El abanico de las fuerzas opuestas al orteguismo es diverso y plural, como lo es la sociedad nicaragüense. Sería ingenuo pensar que, en ese amplio espectro, no existe una puja de unos y otros por predominar e imponer su impronta al modelo económico, social y político que deberá suceder al orteguismo.

Esa puja no debería, sin embargo, ser obstáculo para avanzar en la construcción de una gran concertación democrática, cuya modalidad formal está por verse. Mientras los Ortega Murillo detenten el poder, ningún sector social tiene posibilidades reales de conquistar sus reivindicaciones particulares. No lo tienen ni los campesinos, ni los movimientos de mujeres, ni los periodistas, ni los estudiantes, ni los empresarios. Nadie, porque el orteguismo es un régimen totalitario que solo admite la subordinación y la postración ante sus intereses y su manera totalitaria de ejercer el poder.

La verdadera solución a la dramática —y ya prolongada— crisis que vive Nicaragua, solo puede ser inclusiva y democrática. Y la misma debe tener como elementos indispensables: el compromiso indiscutible con la democracia, el respecto inequívoco a los Derechos Humanos en toda su dimensión, la no impunidad, la no repetición y la lucha contra la corrupción.

Solo en condiciones de democracia y no exclusión, los nicaragüenses podremos identificar y cristalizar soluciones pacíficas y duraderas a los principales problemas que aquejan a la nación y encauzar respuestas a las demandas de los distintos sectores. En el totalitarismo y con la institucionalidad hecha añicos, los problemas nacionales solo tienden a agravarse.

La razón es simple: el orteguismo, es la raíz de la crisis que vive el país. Reconocernos distintos entre la oposición es una premisa básica de la lucha democrática. Admitir que en la lucha por la democracia confluyen intereses distintos, todos legítimos, es indispensable, y hasta sano, toda vez que no se pretenda en nombre de alguno de ellos, subordinar o empeñar las demandas generales de justicia, democracia y libertad. Y en esa lógica, las etiquetas de izquierda o derecha deben quedar por fuera.

La lucha por la democracia debe ser la bandera y en la misma alcanzan todos los nicaragüenses libres de crímenes y corrupción.

El autor es miembro del Consejo Político de la Unidad Azul y Blanco.

Opinión bandera democracia
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