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El diálogo sigue siendo indispensable

La repuesta del presidente Daniel Ortega a su invitado Ralph Gonsalves, primer ministro de San Vicente y las Granadinas —un país compuesto por un archipiélago de islas miembro de la mancomunidad británica con menos habitantes que Masaya—, en la celebración del 43 aniversario del derrocamiento del presidente de entonces, general Anastasio Somoza Debayle a manos del pueblo, ha generado una cantidad de comentarios tanto fuera como dentro de Nicaragua.

Las palabras exactas de Ralph Gonsalves recogidas por LA PRENSA fueron: “Hago un llamado a los Estados Unidos, un país de grandes logros, de acercarse en amistad al gobierno y pueblo de Nicaragua. ¿Es eso difícil?”

La respuesta del presidente Ortega a dicha iniciativa no se hizo esperar y se refirió a ella en su particular forma de expresarse. Para reforzar su posición hizo un recorrido histórico sobre lo que para él han sido el resultado de diálogos anteriores con el diablo, según sus palabras.

Tengo que admitir, a riesgo de algunas críticas, que la referencia que hizo sobre la forma en que murió el general Augusto Cesar Sandino es totalmente valedera. Todas las narraciones sobre los detalles de dicha muerte son contestes en la forma que sucedieron los hechos.

El general Anastasio Somoza García, como jefe director de la Guardia Nacional, planeó el asesinato del general Sandino, haciendo que 14 miembros de la misma firmaran con él dicha decisión. Lo que se sabe es que en la noche del 21 de febrero de 1934, Sandino, en compañía de su padre, Gregorio Sandino; el escritor Sofonías Salvatierra y los generales Francisco Estrada y Juan Pablo Umanzor, acudieron a una cena en La Loma invitados por el presidente Juan Bautista Sacasa, tío político de Somoza.

A la salida de dicho evento, el coche en el que viajaban fue detenido frente al cuartel de El Hormiguero por un grupo de soldados. Los detenidos pidieron que llamaran a Somoza, pero les respondieron que no podían localizarlo. Por otro lado, la hija de Sacasa, habiendo presenciado la detención se lo  comunicó a su padre  y Sacasa se puso en contacto con la Embajada de EE. UU. para intentar impedir el asesinato.

Los guardias ingresaron en la mencionada prisión a don Gregorio Sandino (padre de Sandino) y a don Sofonías Salvatierra, mientras que Sandino y sus generales Francisco Estrada y Juan Pablo Umanzor fueron conducidos a un predio baldío, conocido como La Calavera, en las afueras de la ciudad.

 A las 11:00 p.m., delante de una fosa común previamente excavada y a la señal de Delgadillo, el batallón que custodiaba a los prisioneros abrió fuego, asesinando a los tres. Según testimonio de Salvatierra, al oír los disparos de un pelotón de fusilamiento, Gregorio Sandino dijo: “Ya los están matando. Siempre será verdad que el que se mete a redentor, muere crucificado”.  Al día de hoy no cabe la menor duda que el padre del presidente derrocado por el pueblo el 19 de julio de 1979, tuvo el visto bueno del diablo como llamó el presidente Ortega a las administraciones de los EE. UU.

De todo lo antes expuesto, me quedó claro que el diálogo entre el gobierno Ortega Murillo y el Gobierno de los Estados Unidos queda descartado. Lo que a mi juicio y pensando en propositivo, queda abierta la posibilidad del diálogo entre nicaragüenses para poder alcanzar la paz que tanto menciona el presidente Ortega en sus discursos.

Ante ese posible diálogo estoy más que seguro, que, si es sincero, con ánimo de superar todas nuestras diferencias pasadas, olvidando supuestas izquierdas o derechas, con el único fin de salir adelante y dejar de ser la cenicienta de América y que sea para consolidar la democracia de una vez por todas, ese diálogo sería exitoso. Y tendríamos el apoyo y reconocimiento de la comunidad internacional.

La pregunta del millón es: ¿estamos preparados para ese diálogo? Para formalizarlo hace falta que todos sin excepción pensemos más en el futuro de los vivos que en seguir viviendo en el pasado, en el que todos tenemos muertos que recordar y que el mejor homenaje que podemos hacerles es construir una Nicaragua en que quepamos todos.

El autor es comentarista político y directivo nacional de las Fuerzas de Veteranos de Guerra de la Resistencia Nicaragüense.

Opinión Daniel Ortega Estados Unidos
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