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La Fiesta Real en Sutiaba (mayo de 1708)

Una de las tradiciones de la vida colonial en los dominios ultramarinos del imperio español fueron las fiestas reales como práctica del poder. Alegóricas y barrocas, se realizaban en las plazas mayores de las ciudades y de algunas villas.

Acerca de las que tuvieron lugar en La Trinidad de Sonsonate durante dieciséis días a partir del 19 de enero de 1761, el historiador Pedro Escalante Arce escribió una magistral crónica. Sustentado en la obra sobre dichas fiestas del alcalde mayor Bernardo de Veira, impresa al año siguiente en la ciudad de Guatemala, las recuenta e informa su motivo: la Jura de “Don Carlos Tercero de Borbón, el Magnánimo y Emperador de este Nuevo Mundo”.

Pues bien, Granada de Nicaragua festejaría en abril de 1789 otra Jura: la de Carlos IV. Y otro vasallo español, el cura y vicario de la ciudad Pedro Ximena, dejaría testimonio en otro libro impreso ––cuatro años después–– en Guatemala. Una edición crítica y anotada de esta crónica de Ximena la realizó el historiador Manuel Ignacio Pérez Alonso, patrocinada en 1974 por el Banco Central de Nicaragua, con motivo de los 450 años de la ciudad (no conmemorados por León) y es muy conocida.

Todas las fiestas reales tenían los siguientes elementos formales, obra de artesanos financiados por autoridades locales: tablados, arcos y carros triunfales (en el caso de Granada la simulación de un barco), disfrazados y enmascarados, paseos, bailantes, diálogos, comedias, loas y sainetes; repartición entre el pueblo de monedas, luminarias, pirotecnia y corrida de toros. A ellas concurrían delegados de los pueblos vecinos (y en Granada de indios ladinos y mulatos).

En la provincia de Nicaragua, además de Granada, solo fue celebrada una fiesta real en el pueblo indígena de Sutiaba, entonces más importante que León, según documento descubierto en el Archivo General de Centroamérica, Guatemala, por el historiador granadino Alejandro Montiel Argüello. A continuación, resumo su desarrollo.

El 25 de agosto de 1707 nació el primogénito del rey Felipe V y la reina María Luisa Gabriela de Saboya, quien tres años después será proclamado Príncipe de Asturias. El acontecimiento fue informado por Real Cédula del 11 de septiembre de 1707 al Consejo, Justicias y Regidores de la Provincia de Nicaragua, donde seguramente fue celebrado en varias ciudades, villas y pueblos. Pero solo pude encontrar referencias a la realizada en Sutiaba.

Al recibir testimonio de esa cédula, el corregidor de Quezalguaque, Capitán Bartolomé González Fitoria y Valdés, mandó reunir en Sutiaba a los consejos, justicias y regidores de Quezalguaque, Telica, Posoltega y Posolteguilla, lo que tuvo efecto el 14 de abril de 1708, reuniéndose además “gran copia de indios principales y caciques de dichos pueblos, que todos son ladinos en la lengua castellana, que la hablan y entienden”.

En esa reunión se leyó la real cédula y cada uno de los presentes la tomó en sus manos y la besó, y estando de pie y descubiertos la pusieron sobre sus cabezas y la obedecieron con todo respeto y veneración como a Real Cédula de su rey y señor natural y ofrecieron celebrar el nacimiento del príncipe el día que se señalase. El Corregidor señaló el día 15 de mayo, lo que se anunció en todos los pueblos “a son de caja y voz de pregonero”.

Desde la víspera se encendieron luminarias en todos los pueblos y el 13 se repicaron las campanas de todas las iglesias y se tocaron atambores, clarinetes, trompetas y chirimías, al mismo tiempo se explotaban bombas. A las cuatro de la tarde se tocó vísperas con las mismas prevenciones y al tercer repique entraron en la plaza todos los consejos, justicias y regidores acompañados de muchos indios principales a caballo vestidos a la española y con atambores, trompetas y demás instrumentos y llegaron a las casas del Cabildo donde estaba el estandarte real con la efigie del rey Felipe V y junto a él “dos indiecitos de buenos rostros, famosamente adornados”, el uno haciendo de rey y la otra de reina. El estandarte fue entregado al Alcalde de Telica y al de segundo voto de Sutiaba y otro estandarte fue entregado al gobernador de los naturales de Sutiaba llevando los cordones los alcaldes de primer voto de Posoltega y Quezalguaque, y todos, con gran acompañamiento de indios armados de lanzas y flechas, se dirigieron a la iglesia donde el cura don Pedro Morrillo les guio hasta el Altar Mayor, colocándose los retratos de los reyes al lado del evangelio y sentándose al lado de la epístola los indios que representaban las personas reales.

Terminada la misa se llevó al Cabildo el real estandarte y dada la oración se repicaron las campanas y se descubrió un castillo que había erigido el corregidor en medio de la plaza, adornado con flores, “de cuarenta y ocho varas de ámbito poco más o menos, formado sobre dieciséis columnas, de las cuales salían cuatro corredores, de balaustres pintados y cortado, que hacían frente al primer cuerpo del castillo y así subían alternando otros cuatro cuerpos con sus arcos hasta la media naranja o capitel sobre la cual estaba un encrespado tigre (más adelante se habla de un león) con el estandarte real en las manos”. Estando todo el castillo y las casas del cura, del corregidor y de los naturales con multitud de luces, entró a la plaza un carro triunfal también iluminado y dentro de él había bailes y músicas. Luego indios vestidos de españoles recitaron composiciones en honor del Rey y hubo más repiques de campanas, músicas y explosiones de bombas, retirándose todos a las once de la noche, salvo los que quedaron en la casa del Cabildo velando el retrato del Rey y el estandarte real.

Al día siguiente hubo misa por la mañana y procesión alrededor de la parroquia con el estandarte real y “con muchas danzas a similitud del día de Corpus” y luego se lidiaron dos toros en la plaza. Por la tarde hubo más lidias de toros y se puso una cuerda de lo alto del castillo a la torre de la iglesia y por esa cuerda salió del castillo un león y de la torre un águila que se acometieron y el león cogió al águila y la llevó vencida al castillo, mientras todos vivaban al Rey. Después de la corrida de toros entró otra vez el carro triunfal y se repitieron las loas, repiques, músicas y bombas.

El día 15 amaneció el pueblo lleno de gente, se llevó el estandarte a la iglesia, hubo misa cantada y procesión “no solo de los naturales, sino de la nobleza y caballeros de la ciudad de León”, a quienes el Corregidor invitó en su casa a un banquete “que le costaría muchísimos ducados”. El 16 hubo “tablado y teatro donde se representó un coloquio hecho al intento por once indiecitos de la escuela bastantemente ladinos y bien ensayados” y una danza con quince indiecitos. Luego, sentados en el castillo los indios que representaban a los Reyes, se repitió la lucha entre el león y el águila, siendo esta muerta y puesta a los pies de esas personas. Luego volvió el carro triunfal, pero como llovió se terminaron las fiestas de ese día y el 17 hubo nuevamente misa y procesión. Reunidos los indios en el Cabildo, el Corregidor dio por terminadas las fiestas y mandó que de las cajas de las comunidades se pagasen a los curas misas por los reyes y el príncipe.

El autor es miembro de la Academia de Geografía e Historia de Nicaragua.

Opinión Granada Guatemala

COMENTARIOS

  1. Hace 2 años

    Que afán el de este señor con León, “(no conmemorados por León)”; “entonces más importante que León”. En realidad, ¿aportan algo este tipo de comentarios al artículo? si va a contar una historia la cual estoy seguro leeremos muchas personas interesadas en la historia de León, Granada y el resto de Nicaragua hágalo dejando a un lado sus ganas de hacer menos León que Granada. Ambas ciudades son bellas y ambas van a cumplir 500 años en 2024 quiera usted o no.

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