En las últimas semanas D. Adolfo Miranda y D. Humberto Belli (mi amigo de pupitre) han sostenido en este nuestro Diario de los Nicaragüenses un dialogo amistoso y de altura, como debe ser, sobre la doctrina social de la Iglesia católica.
La doctrina social de la Iglesia se remonta a la Biblia y a las enseñanzas de nuestro Señor Jesucristo. La Iglesia la ha promovido a través de los siglos y en tiempos modernos la han especificado aún más varios papas en sus encíclicas comenzando por León XIII con su fenomenal Las cosas nuevas (Rerum Novarum) en 1891 hasta Hermanos todos (Fratelli Tutti) del papa Francisco en 2020.
El eje e inspiración de estas encíclicas ha sido León XIII, y los papas que lo han seguido han ido adaptando su mensaje a las situaciones económicas, sociales, y políticas cambiantes del mundo.
Por ejemplo, en Rerum Novarum León XIII protestó contra la falta de protección y abusos a los trabajadores durante la Revolución Industrial. Pio XI en 1931 defendió tanto la propiedad privada como los derechos de los trabajadores y alertó sobre los regímenes totalitarios de Italia, Alemania y Rusia. El papa Francisco, siguiendo el espíritu de San Francisco de Asís, aboga por un mundo regido por una fraternidad que promueva el bien de todos.
Pero el mensaje central siempre ha sido y continúa siendo el mismo que predicó Nuestro Señor Jesucristo hace un poco más de 2,000 años abogando por la dignidad humana, la solidaridad, la equidad y la protección a los pobres. Valores que los nicaragüenses compartimos con excepciones que prefiero no mencionar.
Entonces, lo importante es lograr que estos ideales y principios se realicen. Para ello como ha sostenido D. Humberto y mencionado D. Adolfo en su último escrito hay que crear riqueza y compartirla.
Por mi parte solo añado que la dignidad humana y la doctrina social de la Iglesia solo se logran con libertad y buenas condiciones básicas de vida como salud, educación, e ingreso. Para ello se requieren sociedades y gobiernos que garanticen la igualdad ante la justicia y el respeto a los derechos y creencias individuales, y que ejecuten políticas económicas y sociales que promuevan el crecimiento económico, la productividad, el empleo, mejores salarios, e igualdad de oportunidades.
Esto último es clave para cumplir los principios sociales de la Iglesia particularmente en países pobres como nuestra Nicaragüita. Para comenzar necesitamos que los gobiernos con el apoyo de la sociedad ejecuten programas que permitan que todos los niños y niñas nicaragüenses tengan acceso a buena nutrición desde el vientre de su madre y luego buena educación. No de palabra y propaganda sino, de hecho. Solo así podrán salir de la pobreza y si se esfuerzan serán exitosos y crearán su propia riqueza.
Desde hace tiempo Nicaragua estaba progresando (con sus imperfecciones) en su intento de lograr la doctrina social de la Iglesia, pero este gobierno, que a pesar de su retórica solo es solidario consigo mismo, la demolió en todos sus aspectos primero en los 1980’s y luego desde 2017.
Pero tengo la esperanza de que los próximos gobiernos que vendrán, ojalá más pronto que tarde, la volverán a rescatar.
El autor es bachiller del Colegio Centro América de Granada