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El grito de Giorgia

Sergio Boffelli

“¡Yo soy Giorgia, soy una mujer, soy una madre, soy italiana, soy cristiana!”, fue hace dos años el grito de batalla de Giorgia Meloni en campaña al frente del partido Fratelli d’Italia (Hermanos de Italia, fundado en 2012) que, añadido a “defenderemos Dios, patria y familia”, aseguró el 25 de septiembre su arrolladora victoria sobre las coaliciones de izquierda.

La propuesta de Meloni a los italianos, aparte de detener el injustificado derroche económico, darle voz propia a Italia en la Unión Europea (UE) y comunidad internacional fortaleciendo la identidad nacional, incluye: respeto y protección a la vida de los no nacidos; a los derechos de la niñez de tener padre y madre, y no ser adoptados por homosexuales; oposición a la ideología de género que pretende alterar la sexualidad de los pequeños; igualdad de dignidad de la mujer y el hombre; fomento de trabajo y vivienda para los jóvenes; protección de los ancianos; un alto a la inmigración ilegal y desordenada, entre otros álgidos temas que preocupan a los italianos.

Por supuesto que “¡Yo soy Giorgia, soy una mujer, soy una madre, soy italiana, soy cristiana!”, y “defenderemos Dios, patria y familia”, ha asustado a la izquierda mundial y sus voceros que, ante el desconcierto e incapacidad de reconocer las causas de su derrota, pretende —sin éxito— encasillar a Meloni y su partido como extrema derecha y fascista, despreciando a los votantes que, en un eficiente sistema democrático, han ejercido el voto rechazando la izquierda y su agenda globalista. Desatinados comentarios de la presidenta de la Comisión de la UE, la política alemana Ursula von der Leyen y Laurence Boone, ministra francesa de Asuntos Exteriores para Europa, no han hecho más que justificar y fortalecer la postura de Meloni en cuanto a la independencia e identidad italianas, un pueblo soberano y potencia económica mundial miembro del G-7.

A finales de noviembre, Meloni deberá ser oficialmente nombrada líder del nuevo gobierno. En la Cámara de Diputados su coalición de centroderecha aseguró 237 diputados, siendo 201 mayoría absoluta. En el Senado obtuvo 115, siendo 101 mayoría absoluta. ¿Cuál parte no se comprende?

Las personas medianamente bien informadas —no por voceros de la agenda globalista— sabrán que el mundo reacciona y se rebela contra las políticas antinaturales y colectivistas. Multitudinarias marchas provida encabezadas por jóvenes, famosos artistas expresando sus desacuerdos, miles de hombres organizados rezando el rosario en el mundo y a vista pública, padres y madres de familia reclamando sus derechos para decidir la educación de sus hijos y no el Estado, sólidas organizaciones no partidarias en defensa de los valores y creencias cristianas, etc., etc. Y si usted no lo sabía, se debe a los voceros de la causa contraria, que no son imparciales ni objetivos. Pretender bloquear el sol con un dedo no apaga su luz ni su fuerza.

En Europa la línea conservadora de Meloni —con sus diferencias— se suma a las de Polonia y Hungría, y fuerzas similares que avanzan en España, Francia, Suecia y otros. En Estados Unidos en menos de un mes se espera ver concretadas las proyecciones en la Cámara de Representantes y el Senado, en lo que se cree los Republicanos desplazarán a los Demócratas.

Y mientras tanto, ¿qué ocurre en la política latinoamericana? Lo de siempre. Como afirmé años atrás: en el mismo círculo, persiguiendo como gata enfurecida su propia cola sin alcanzarla. Otra manera de ver esto es simplemente aceptar que toda corriente de pensamiento le llega tarde. Así, cuando sociedades de países poderosos inician rectificaciones, Latinoamérica por lo general se encuentra ocupada aplicando fervorosamente lo que otros empiezan a rechazar.

A Nicaragua le urge una Giorgia o un Giorgio que, con auténtica y valiente convicción llame las cosas por su nombre, abandone la autovictimización y no requiera de permiso para construir una alternativa ante la izquierda o la opresión.

El autor es periodista nicaragüense, reside en EE.UU.

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