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En qué se convirtieron los partidos PLC, PLI, Apre y ALN

El próximo 6 de noviembre habrá elecciones municipales en Nicaragua. En ellas se elegirán alcaldes, vicealcaldes y concejales en todos los municipios del país.

Para los que no están familiarizados con el folclor político nacional, las siglas PLC quieren decir Partido Liberal Constitucionalista; PLI, Partido Liberal independiente; Apre, Alianza por la República, y ALN, Alianza Liberal Nicaragüense.

Por demás está decir que esta es una elección totalmente atípica. Faltan escasos 16 días para la fecha de la elección, que como dije antes es el 6 de noviembre. Por lo menos yo (mi persona) que por múltiples razones recorro el país muy a menudo, no me he topado con una sola manifestación o algo que se le parezca de alguna de estas agrupaciones políticas arengando a la población para que voten por sus candidatos. Sí he visto en las redes sociales una que otra tímida referencia solicitando el voto.

Les confieso que titular este artículo me llevó tiempo, porque no quería descalificar a ninguno en particular, pero tampoco quería presentarlos como lo que no son (partidos opositores) ¿Por qué lo digo? Sencillamente porque los pocos que se anuncian, no se atreven a explicar qué es lo que ellos no harían o qué harían mejor que los actuales alcaldes y concejales en más de un 80 por ciento pertenecientes al partido de gobierno.

Permítanme referirles una anécdota relacionada con las elecciones, para que comprendan mejor a lo que me refiero. ¿Se acuerdan de las elecciones presidenciales en que el Partido Conservador llevaba como candidato a Edmundo Paguaga Irías (piojo peinado) quien le disputaba la Presidencia al general Anastasio Somoza Debayle? Mi padre, que en paz descanse, junto con otros respetables liberales de la zona de Altamira y sus alrededores eran los encargados por el Partido Liberal Nacionalista de fiscalizar y contar los votos. Recuerdo que todas las juntas receptoras de la capital tenían que reportarse al centro de cómputos que, si mi memoria no me falla, lo dirigía el doctor Orlando Montenegro Medrano.

En esa ocasión había algunas peculiaridades, como que la papeleta era de un papel bastante ralo y al doblarse para introducirse en la urna se podía percibir fácilmente por quién había votado el ciudadano. Con todo y eso siempre se cumplió con el protocolo del conteo de las boletas, y créanme, aunque en esa mesa electoral y muchas otras en la capital y resto del país no se presentó el fiscal conservador, se respetó el escrutinio que fue apabullante en favor del general Anastasio Somoza Debayle.

Recuerdo que emocionados por el rotundo éxito liberal, enviaron las boletas y los resultados al centro de cómputos e inmediatamente comenzó la celebración en la que todos se congratulaban. Cuando de repente llegó un emisario quien solicitó reunirse con los fiscales liberales. Después de varios minutos salió y tan pronto se fue, comenzaron los comentarios que tanto mi padre como el resto de correligionarios liberales pronto le encontraron el lado jocoso al asunto. Pues la orden recibida de las altas autoridades del partido era que habían decidido que en esa y otras urnas receptoras de votos del sector los conservadores tenían que perder, pero por escaso margen.

Luego supe que en otras juntas se recibió la orden de que los conservadores las ganaran. El comentario entre risas de esa tarde era que antes manipulaban las elecciones para ganar sin haber ganado y en esa ocasión se manipularon para no dejar mal parado al honorable opositor, quien a sabiendas que no tenía el menor chance, aceptó participar.

La pregunta del millón es, ¿por qué si el PLN llegó a ser el partido mayoritario el pueblo terminó dándole la espalda, hasta sacarlo del poder aun siendo Nicaragua en esa época el granero de Centroamérica? La respuesta se las prometo en mi próximo artículo. Desde ya les adelanto el título: “Al nica no hay camisa que le quede”.

El autor es comentarista político y directivo nacional de las Fuerzas de Veteranos de Guerra de la Resistencia Nicaragüense.

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