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De aporías, aporéticos y otras consideraciones sobre el tema

En el Diario LA PRENSA de fecha 20 de octubre del corriente, el señor Andrés Pérez Baltodano publicó un artículo de opinión titulado “Aporías de la fe”, con un aire de intelectual no exento de cierta arrogancia y jactancia, en el que desmenuza según su criterio lo que constituyen las aporías y nos dice que en estas: “Existen problemas que no se pueden manejar. Estos problemas son aporéticos. Una aporía es una relación que encierra una contradicción que no puede ser sintetizada, es decir resuelta o disuelta racionalmente. El símbolo de Cristo —Dios y hombre a la vez— contiene un aporía, una “contradicción no dialectizable” (Jacques Derrida). Por esta imposibilidad racional, Kierkegaarrd nos habla de Cristo como ´la paradoja absoluta´”.

A partir de allí nos sigue desgranando una serie de reflexiones, entre las que sobresalen —desde mi humilde punto de vista— como el punto de vista central, que “la relación entre la fe cristiana y la política es aporética”. Y nos dice a continuación: “Por un lado, la fe es la fuerza que empuja al creyente a acercarse al Dios de Jesús, la representación del bien y del amor sin límites ni exclusiones. Por otro lado la política —la lucha por el poder— se guía por principios de conveniencia y por visiones contingentes y relativas del bien y del mal”.

Pero para llegar a esta conclusión que señala el articulista habría antes que ver que son conceptualmente estas dos palabras: fe y política. Según el diccionarios de la RAE, la Fe es “la primera de  las tres virtudes teologales: luz y conocimiento sobrenatural con que sin ver se cree lo que Dios dice y la Iglesia propone”. Y por otro lado dice de política: “Arte, doctrina u opinión referente al gobierno de los Estados”. A partir de allí se ve con claridad los dos planos de la cuestión que convergen en un punto común a los dos conceptos, el ser humano considerado en su integridad de ser hombre de fe y a su vez interesado en devenir de su propio ser a través de la política.

Pero ahondando más en la cuestión, diría que lo que Pérez Baltodano nos quiere inducir es a pensar que no existe una relación entre la fe y la política. Sin revisar otros factores que dan más sentido a su opinión, hay que ver el tema de la verdad y la reconciliación para tratar no de desligar, sino de unir la aporía que él propone, con la realidad de la vida en el contexto cotidiano de cada ser humano.

Según el articulista, la Iglesia no debe incursionar en el mundo de la política; quiere una Iglesia extraterrestre que no vele por el amor de Dios hacia los oprimidos, los desvalidos, los excluidos, los inmigrantes y estar en silencio ante todas las atrocidades que se cometen en  los Estados en los que la Iglesia está presente. Eso no sería una Iglesia, que es el cuerpo místico de Cristo.

Precisamente para salvar al prójimo, la Iglesia con el amor de Dios tiene a mi entender que incursionar en el  mundo de la política en todos los sentidos, defendiendo al prójimo. Es decir, a los obispos, sacerdotes, laicos que son las víctimas de esas atrocidades y si es una Iglesia silente no podrá nunca cumplir con su misión salvadora y salvífica. Sí, esa es la misión que Dios encomendó a su Iglesia terrenal.

A este respecto el teólogo Jon Sobrino, en un ensayo titulado El Cristianismo y la Reconciliación. Camino a una utopía, en una de las partes del mismo, refiriéndose al conflicto salvadoreño, planteó entre otras cuestiones: “Decía Ellacuría que en medio de los procesos bélicos revolucionarios, la violencia en un gran mal, mayor de lo que se piensa, pero a veces inevitable Aceptando en principio la posibilidad de una violencia legítima también para los cristianos. Estos, según su especificidad cristiana, deberían ser los primeros y más arriesgados en combatir todas las formas de injusticia, sin hacer uso de la violencia, sino de métodos no violentos, arriesgando incluso sus vidas…”

La Iglesia, como tal, está claro que no es una iglesia militante de un partido político, pero sí los son sus miembros y la propia historia de la misma según opiniones de tratadistas reputados ha impulsado la formación de partidos políticos a través de la historia. El reputado autor Maurice Duverger en su libro Los Partidos Políticos nos dice: “La influencia de las iglesias y de las sectas religiosas sigue siendo grande, especialmente en el siglo pasado en toda Europa, así por ejemplo en Bélgica se fundó el Partido Conservador Católico, para reaccionar contra la enseñanza laica, también su influencia ha sido muy importante en la creación de los partidos demócrata cristianos, lo que sucedió en Francia y en Italia donde la llamada Acción Católica influyó poderosamente en la fundación de partidos ligados a la Iglesia católica. Y también en América Latina, la Iglesia ha contribuido a la formación de partidos demócratas cristianos en Chile y Argentina. Y aún en España, la Iglesia ha estado presente en la política a través del Opus Dei, tanto en gobiernos de las postrimerías del franquismo, como después en la restauración democrática.

Es cierto que esa influencia ha disminuido, pero no ha desaparecido en ciertas partes del mundo. Pero lo importante —reitero— es hacer notar que la Iglesia no es ajena a la política y sus vaivenes. De ahí el punto de partida en que los obispos y los sacerdotes y diáconos incursionan en sus homilías en el mundo de la política mundana, especialmente en países donde hay dictaduras que aborrecen la fe y el catolicismo. Prueba de ese odio a la santa madre Iglesia es incluso el asesinato de obispos y sacerdotes y su encierro en cárceles como ocurre desgraciadamente en nuestra querida patria Nicaragua.

Ejemplos de esto lo tenemos muy cercanos en los asesinatos de San Romero y los padres jesuitas de la Universidad Católica de El Salvador, los que fueron precisamente asesinados por estar al lado de los débiles, de los marginados, de los excluidos y cayeron porque no se callaron, porque dieron testimonio de su amor a esos seres humanos antes mencionados.

Pérez Baltodano, cuando habla en su opúsculo de la política y el clero nos dice lo que todos sabemos, que la Iglesia no es como cuerpo místico de Cristo, una Iglesia militante, lo que a mi entender es reducir la misión del clero a la sacristía y acallarla, acosarla y oprimirla sin que nadie la defienda, y dejar de estar precisamente al lado de los que más la necesitan y que sea precisamente esa voz que no clama en el desierto.

Luego habla denostando claramente la voz de la Iglesia en la persona del obispo auxiliar de Managua, monseñor Silvio Báez, cuando dice “como el cristianismo que se predica todos los domingos en la Iglesia de Santa Ágata en Miami. En esa misas- mítines antisandinistas, la justicia se predica como castigo; y la expresión “nuestro pueblo” no incluye a los que visten la camiseta rojinegra”. Como si esto fuera un pecado mortal o una herejía y en discordancia con una iglesia que debe defenderse. A eso habría que añadirle que el obispo Báez, es un desterrado por el sandinismo de los Ortega-Murillo, que él no desearía estar en esa penosa y humillante condición de refugiado a la que se ha visto sometido y que fue por indicaciones del papa Francisco que abandonó Nicaragua ante la amenaza latente de su asesinato donde estuvo siempre al lado de los débiles y excluidos. Señor Pérez Baltodano, no se erija en guardián de la ortodoxia y tampoco sea más papista que el papa.

P.D. Yo también soy bachiller goyenista y he dado clases en la UCA de Managua y en la Universidad de Valencia.

El autor es abogado. Reside en España.

Opinión arrogancia Cristo Iglesia política reconciliación
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