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Días de vida

A un mes de terminar el año, se nos invita a la oración, a la conversión y a la espera, a prepararnos para la venida del Mesías, de nuestro Salvador, de Jesús de Nazaret. 

Ante esta invitación podemos pasar de largo, enredados en todos los quehaceres cotidianos, o pararnos y tomar conciencia del momento que vivimos tanto desde el punto de vista social, como el individual. 

El Adviento es, precisamente, esto, una nueva oportunidad. Una nueva oportunidad para el encuentro con Jesús. Nuestra pregunta de este tiempo debe ser ¿cómo tengo que prepararme para recibir a Jesús como se merece? Esta es la pregunta que el cristiano tiene que intentar responder en este tiempo de preparación. 

Y en este tiempo he de intentar ir descubriendo,  lo que Dios me pide, y sobre todo, lo que yo estoy dispuesto a dar.

Está claro lo que el profeta Isaías nos pide que para recibir bien a Jesús, está claro si lo hemos escuchado con atención, tengo que ser una persona, que busque la paz en los ambientes donde mi vida se desenvuelve (Is 2,1-5).

En nuestros tiempos, cuando no cesa la violencia; en un mundo donde el enfrentamiento parece ser la solución, las palabras del profeta más que una promesa, nos suenan a un deseo cuya realización nos aparece casi imposible. 

El ansia de paz es un sentimiento que late en el corazón de todos los humanos bien nacidos y cada vez, por lo que vemos y sentimos a diario, estamos más tentados de perder la esperanza de verlo hecho realidad. Si puedo hacer algo, lo que yo puedo aportar tiene mucho valor. 

Ojalá esta preparación a la llegada del Señor, me haga llevar la paz a los lugares donde hago mi vida: mi familia, mi trabajo, mis lugares de ocio. Que no deje de hacer todo lo que pueda por la paz.

Hoy se nos pide que estemos alertas. Es esta otra característica del adviento, es como un tiempo de expectación, ante lo que va a suceder. Sin tensión nerviosa, pero sí con los ojos bien abiertos hemos de esperar confiados. 

Decía Isaías: “Al final de los días”. Esos días finales son los del Mesías, los de Jesucristo. Serán días en que Dios estará más cercano, a nuestro alcance; una luz poderosa brillará desde lo alto de un monte; la palabra de Dios resonará en nuestros corazones; todos los pueblos escucharán mensajes de libertad y esperanza; las armas se enterrarán y la paz se impondrá progresivamente; el otro ya no será rival sino huésped, y en el rostro de todos veremos a Cristo.

Son sueños que se hicieron realidad en Jesucristo, pero seguimos soñando. Él es profecía cumplida. En Cristo el final de los días fue ayer, es hoy, será mañana. (Mt 24,43-44).

Son las tres dimensiones de la venida de Cristo que reúne el Adviento: nos prepara para recordar el hecho histórico de su encarnación, nos recuerda su presencia actual entre nosotros, y nos abre a la esperanza de la consumación de todo en Él.

Necesitamos recuperar la capacidad de soñar. Una característica de nuestro tiempo es el desencanto, la decepción. Muchas personas prescinden de las grandes ilusiones e ideales, y buscan su propia satisfacción y felicidad inmediata (Rom 13,11-14).

El Adviento quiere ofrecernos motivos de esperanza. Nos recuerda que Dios es la plenitud de la vida, que ama el mundo, que vino a él, que sigue estando presente y que vendrá. Su venida salvadora, para la que se nos invita a prepararnos, es el gran mensaje de este tiempo. 

El autor es sacerdote católico

Opinión Conciencia esperanzas Jesús paz
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