Este miércoles los niños de primaria no fueron a la escuela en la comunidad El Ángel I, San José de Cusmapa, Madriz. “No hubo clases porque llamaron a reunión a los padres de familia para ver lo del robo”, dice Ramona Ruiz, de 43 años.
Hace tres días en la escuela de esa comunidad se metieron a robar en el área de la cocina y la bodega y se llevaron la provisión que había para la merienda escolar de los niños, explica Ruiz. Se llevaron dos sacos de arroz, dos de maíz y de frijol, según cuentan varios pobladores, no sólo de El Ángel I, sino también de El Ángel II.
HAMBRE EN COMUNIDADES
“Es la misma hambre que hay en la zona”, comenta Leonel Herrera, un productor en San José de Cusmapa, hasta donde se ha corrido la bola del robo que hubo en la comunidad de El Ángel II. “Se llevaron lo poquito que había para los niños”, dice Ruiz, quien tiene a un hijo de 7 años estudiando ahí.
El esposo de Ramona Ruiz estaba en la reunión de la escuela mientras ella se quedó en la casa bañando a un nieto de 16 meses que está bajo su cuidado. “La mamá se fue a trabajar de doméstica a Somoto para ayudarnos”, dice Ruiz, mamá de ocho, de los cuales dos se han largado de la zona. Alrededor de donde Ruiz bañaba a su nieto hay plantas de quequisque, papaya, cítricos, guayaba, mango y aguacate que todavía no han dado. También se ven dispersas matas de millón y maíz marchitas. Rebuscando se encuentran mazorcas de medio dedo de largo. Al desgranarlas sueltan menos de veinte granos encogidos y carcomidos, como colmillos de animal viejo.
Dice que hace tiempo un proyecto donó esas semillas y ahora han comido esos frutos, pero tampoco se han salvado de la sequía y las plagas.
SEQUÍA LOS OBLIGA A SALIR
En las tres comunidades El Ángel I, II y III la realidad es muy parecida. No llovió —casi no está lloviendo—, no hay cosecha y lo poco que algunos arrancaron se agotará en la primera quincena de septiembre. Ante la realidad de sequía que se ha repetido dos años consecutivos, lo que ha quedado es irse. Uno de los hijos de Ramona Ruiz se fue hacia Managua para trabajar como jardinero y cada dos meses les manda algo de dinero. “Que mil, a veces dos mil pesos”, dice Ruiz mientras le pastea los hombros y la barriga al nieto con jabón de lavar ropa. “Aquí no hay fuentes de trabajo”, aclara Ruiz y explica que la mamá de ese niño, desesperada, se fue hace un par de semanas y se empleó como doméstica. “Pagan poco. Tal vez dos mil pesos”, explica la mujer y agrega que todavía no ha mandado nada de dinero porque acaba de comenzar a trabajar.
EL PROBLEMA CON LA CÉDULA
Uno de los hijos de Ruiz que todavía está en la casa, estudia cuarto año de secundaria en un programa de la Asociación Padre Fabretto. Le han ofrecido la posibilidad de un pequeño préstamo para producir, pero como no tiene cédula no puede acceder. Ramona explica que conseguir el documento de identidad es algo imposible en la zona para jóvenes de familias que no son simpatizantes del Gobierno.
Y de nuevo se repite lo que se viene diciendo en otras comunidades del Corredor Seco del país: que para acceder a alguna ayuda o algún documento hay que estar del lado del Gobierno, si no no se consigue nada. De lo contrario se padece la ausencia y se vive en una especie de “soledad” estatal.
DESERCIÓN POR SEQUÍA
La sequía está golpeando la puerta de las escuelas. Algunos papás están retirando a sus hijos para llevárselos a trabajar a otra parte.
Josselin López, profesora de la secundaria multigrado ubicada en El Ángel II, explica que está costando retener a los estudiantes en las clases. “Muchos estudiantes se nos han querido retirar por estos problemas”, dice López y explica que, a diferencia de la escuela primaria, los alumnos de secundaria no tienen acceso a esa merienda escolar. Ahí, algunos papás han querido sacar a los muchachos, sobre todo a los hombres, y llevárselos al lado de Jalapa, donde se oye que ha sido buena la producción. López dice que hasta ahora de los 43 estudiantes que atiende, se ha ido solo uno porque ha estado “encima”, hablando con los papás.
Cree que no se han ido más porque la mayoría son mujeres y a ellas, generalmente, no se las llevan a trabajar a otra parte, como en el caso de los hombres. Otra forma de retención de ese programa educativo ha sido repartir semillas para crear huertos familiares.
ALTOS Y BAJOS
En el trayecto que hay entre San José de Cusmapa y Somoto, cabecera departamental, se recorre un sube y baja de casi 34 kilómetros, ahí se concentra el llamado Corredor Seco de la región y se respira una mezcla de resignación y satisfacción.
Los campesinos que sembraron en las zonas altas lograron cosechar algo de frijol, maíz y millón, pero lo que se sembró en las partes bajas, se secó. Ramona Ruiz dice que la milpa, donde ella y su marido trabajan, está algo retirado en una parte un poco alta y de ahí sacaron algo de maíz, que es lo que han estado comiendo. “Por lo menos para la tortillita con sal”, dice la mujer, quien no sabe qué pasará en las próximas semanas si continúa la sequía.
Entre las áreas altas, a las que no les fue tan mal, está el pequeño municipio de Las Sabanas. Aunque su rubro principal es el café, en los corredores de algunas casas se han puesto a secar frijol y en sus alrededores asoman plantíos de café y millón creciendo bajo el alero de una que otra llovizna. En este sector y en dirección a San José de Cusmapa, el municipio más alto del país (1,280 metros sobre el nivel del mar), sobresalen a lo lejos unas montañas azules tapizadas de pinos, en los bordes de la carretera nace la reserva de Tepesomoto La Patasta, que en sus picos más altos alcanza los 1,700 metros de altura.
Sin embargo, bajando de Las Sabanas hacia San Lucas, el paisaje se torna amarillento, árido y solitario. En las milpas casi no hay gente. Muchos hombres y mujeres se han ido a otras partes. La emigración en esta zona tiene varios destinos, primero se escarban otros lugares del norte, como Jalapa, Jinotega y Matagalpa, donde hay cafetales y luego, si se recoge algo de dinero, la gente sale del país.
NADA QUE HACER
En la comunidad de Moropoto, que está camino entre San Lucas y Las Sabanas, Joel Reyes está con su esposa y su hija de 2 años en el corredor de la casa de dos piezas de adobe. Ese solar es toda la tierra que posee la familia de Reyes. Para cultivar, él se alió con una vecina y entre los dos prepararon una milpa en la que perdió la mayoría.
A lo largo de esta zona es común encontrarse con gente como Reyes, quien no tiene tierra, y que trabajan en alianza con otros. Ellos le llaman “alquilar”, porque luego lo que se cosecha se reparte entre quien la sembró y quien puso la tierra. En la casa de Reyes, su esposa, Eveling García, bachiller, de 24 años, está pensando en marcharse a Somoto para trabajar como asistente del hogar. Es lo que ha hecho en temporadas anteriores.
LES FÍAN SEMILLA
Ante la falta de instituciones y organismos que provean de semillas a los pequeños agricultores es común también lo siguiente: que el propietario de una pulpería les fíe semilla y luego las paguen devolviendo parte de la cosecha, a veces la mitad.
Javier Herrera, en San José de Cusmapa, es pulpero y productor. Y lo mismo: se perdió la cosecha. Dice que él prestó semilla a 25 agricultores, de los cuales la mitad ya le dijeron “no tengo cómo pagarte”. De los pocos que cosecharon en las zonas altas de Cusmapa, solo uno tenía sistema de riego. La pulpería de Herrera es una de las pocas donde se consigue frijol nuevo en la zona. Dice que de los que no pagaron, muchos se están yendo a El Salvador, de donde a veces los regresan.
CUESTIONA A ALCALDESA
Al esposo de la concejal liberal Martha Edith Gales Pérez lo devolvieron de El Amatillo, El Salvador, dice esta mujer, quien lamenta que la alcaldesa de Cusmapa, María Elena Cuadra, no está haciendo nada por ayudar a paliar la problemática de sequía en la zona.
Antes, años atrás, dicen varios pobladores de Cusmapa, había varios organismos apoyando con semillas, pero ahora ni eso. Algunos se han retirado, otros han ido reduciendo su nivel de ayuda en las comunidades.
De las pocas organizaciones presentes en las treinta comunidades de Cusmapa, se menciona a la Asociación Padre Fabretto y al INPRHU (Instituto de Promoción Humana).
“La Alcaldía le ha dicho a algunos solo que si llovía les darían semilla”, dice Javier Herrera, pero la lluvia y la compañía estatal son las cosas más escasas por estas tierras.
MADEREROS LLEGAN A CORTAR ÁRBOLES DE PINO
Aunque las palabras “cambio climático” afloran en la boca de muchos campesinos y en algunos programas de emisoras locales, en los que se insiste en la reforestación y la conservación del bosque, como una manera de conservar los suelos y resguardar las fuentes de agua, los bosques de pinares en la zona de Cusmapa y alrededores están en peligro de extinción. Javier Herrera dice que hace unos meses se levantó la veda y se está cortando el pino en esa región. Llegan madereros del mismo departamento, pero también de Estelí y otras regiones a cortar árboles de pino. Pagan por el metro cúbico entre 25 y 30 dólares, asegura Herrera, quien agrega que él tiene una “mancha” de bosque de pino en sus tierras, pero no pretende venderlos porque se secarían las fuentes de agua. Durante el recorrido de LA PRENSA se observó la salida de camiones repletos de pinos.