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Cambio de dirección

El economista coreano Ha-Joon Chang nos explica en su libro Economía para el 99% de la población que la visión neoclásica describe a la economía como “la ciencia de la elección”, una visión egoísta y contraria a lo que los pensadores del siglo XIX e inicios del XX habían planteado de esta disciplina. Según este segmento de la economía, las elecciones que realizan los individuos se realizan basándose en el beneficio propio que puedan conseguir. Ha-Joon Chang también nos dice en su libro que este pensamiento es, desde 1980, el que ha dominado el panorama hasta la actualidad. Esta sección de su libro, que apenas tiene siete años desde su primera edición, parece ya haberse quedado anticuado. Las nuevas tendencias parecen indicar un camino distinto a aquel que los textos nos señalan.

Antes de entrar de lleno en el tema que nos concierne debemos entender de dónde salen las nuevas preferencias de los Estados. En 1867, Karl Marx publicó en su magnum opus, Das Kapital, El Capital, la presentación de una nueva política económica que disolvía la individualidad de la población y marcaba el camino para el desarrollo de las economías planificadas. Fue una revolución imparable de rápido contagio. Si el siglo XIX fue donde nació esta idea, el XX es donde creció. Fue durante esta centuria cuando se dio el auge y la caída del experimento de la desindividualización de las naciones. Dejando, según Nicolas Werth, Jean-Louis Panne, Karel Bartosek, Jean-Louis Margolin y Andrzej Paczkowski unas 84,330,000 personas fallecidas. El fracaso de la planeación de una economía comunitaria es una realidad que muchos de los revolucionarios de sofá se niegan a aceptar.

Regresando a lo que comentaba en un inicio, la tendencia está cambiando. La preferencia de los Estados parece haber tomado otra dirección por culpa de la crisis sanitaria y la consecuente crisis económica. Ya la siembra propia no es válida y se necesita trabajar el doble para cubrir las necesidades de la comunidad. Pero el error no está en prestarle una ayuda al que más lo necesita, a aquel al que la sociedad le ha fallado, al desamparado, la sociedad misma ha evolucionado gracias a la generosidad y caridad del particular, el desinterés está ligado fuertemente con aquello que nos convierte en humanos. El altruismo es necesario siempre y cuando no cree conductas clientelares y sea sincero y orgánico.

Porque el problema del colectivismo está ahí, en la filantropía artificial. En que unos pocos tengan que mantener al resto, pero eso es lo que busca la nueva generación de agitadores de plástico. Una supuesta lucha de clases que los mantenga. Que sea el resto los que paguen sus caprichos. Piden, exigen, abrir y desangrar las arcas públicas para financiar sueños utópicos. Su terquedad no les permite aceptar errores pasados y su ceguera les impide ver el caos futuro.

Pero el antagonista no es el grupo de aquellos cuyos estrambóticos deseos se hacen realidad, sino los que se los cumplen, la larga lista de gobiernos que sigue satisfaciendo la voluntad de los grupos de gandules. Porque de esa manera se mantienen al poder. Con miserias alimentan los votos que necesitan para continuar pilotando las naciones.

Las tendencias han cambiado porque una sociedad que se nutre del capital estatal no discierne lo que debe devolver a cambio, su libertad. Una población sin brío es una población controlada. Las tendencias cambiarán porque lo estamos permitiendo. Estamos cediendo la cosa más bella de una democracia porque un grupo de lloricas no quieren salir de su fantástico mundo de revoluciones y opresiones. Para estos jeremías la dignidad que otorga el propio emprendimiento es una recompensa con muy poco valor frente al vagón de facilidades que les da el vivir bajo un yugo.

El autor es escritor panameño.

Opinión
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