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La brecha sangrante

La idea de que el mañana esconde tiempos mejores, que el futuro espera solo a los pacientes y la promesa de la vida eterna fueron implantadas en la sociedad desde las religiones semíticas. Un planteamiento espiritual diferente al que se tenía, esa fue la clave del éxito de las religiones abrahámicas, la propuesta de que más allá del límite del tiempo habrá un paraíso a la espera. La visión romana del destino era distinta. En el Imperio Romano se sabía con certeza que el tiempo venidero tal vez sería peor al que se está viviendo. Que el mañana no esconde nada más que desilusiones y tristezas.

Pensamiento pesimista y cínico, pero real, y que, arriesgándome a sonar condescendiente, se puede cumplir en el día de hoy. Porque la sociedad está creando algo sin saberlo, está pariendo a su propio asesino.

Una grieta está creciendo con el paso de los días. Una trinchera que se agranda gracias al riego del odio sin sentido. Este brote de separación llevaba hibernando hasta la explosión del ideario izquierdista a inicios de la década pasada.

Un ejemplo de la politización de las juventudes fue el 15M español, las movilizaciones masivas de jóvenes en contra del bipartidismo. En palabras del economista Juan Ramón Rallo, aquello no fue un movimiento antipolítica, fue antipolítico. No buscaba la reducción del Estado sino que quería el aumento del poder del mismo. De estas protestas salieron los partidos más tóxicos e inútiles de la historia democrática de España pavimentando el camino para el desastre que se vive en la actualidad. La brea del repudio al que piensa distinto se ha adherido al voto, permitiendo a algunos reptiles subir de nivel y asentarse junto a quienes juraban destruir.

Ahora, en el último lustro, las juventudes americanas han copiado el ejemplo y se han dado a la tarea de manifestarse para luchar contra el sistema establecido. Chile en 2019, Estados Unidos en 2020 y Colombia en 2021 son los principales modelos.

El reaccionismo vacío, el enfrentamiento por enfrentarse. Las razones de la realidad que sufre Colombia es uno de los obstáculos que se deberán superar. Grupos que, a pesar de haber vencido en su cruzada en contra de la reforma tributaria, siguen saliendo a las calles para encarar a la autoridad.

Y es que esta multitud que sigue levantándose es el arquetipo de una generación que ama la destrucción. Reuniones de exaltados que, utilizando el efecto bola de nieve, reúnen a más personas para mantener viva la llama de la discordia.

Pero el problema recae en la esencia principal que les mueve: desconocen cómo construir desde las ruinas. Son aplanadoras que, una vez su misión haya sido completada, darán la espalda a los esfuerzos de reconstrucción. Rechazan el esfuerzo y le ceden el deber del trabajo a los demás.

De seguir en este camino, de continuar la moda del vandalismo en las manifestaciones, seremos incapaces de salir del profundo hoyo de una crisis. Y como una serpiente comiéndose a sí misma, los problemas monetarios y sociales que traen estas manifestaciones serán los catalizadores que inicien las próximas. Un círculo vicioso donde solo pierde el que quiere salir adelante.

Las personas que, con su propio esfuerzo, quieren prosperar. Serán ellos los que están viendo todo aquello por lo que trabajaron en su vida reducido a cenizas. Y aquellos agraviados a los que se les ocurra denunciar, alzar su voz en contra de las masas enardecidas, serán castigados y marcados. Pisoteados por la bandera que prometió defenderlos. Ahora solo queda esperar y ver cuál país será el siguiente en explotar, qué nación vivirá en carne propia los estragos de la división.

El autor es escritor panameño.

Opinión Estados Unidos Reforma Tributaria
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