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La grieta que se ensancha

(FIRMAS PRESS) En noviembre de 1966 salió a la luz una de las canciones más influyentes de la década, For What It’s Worth, de Buffalo Springfield. La letra fue una de las piezas esenciales que forjaron el carácter de la cultura hippie, del flower-power y de los detractores de la reciente entrada de los Estados Unidos en Vietnam. “Algo está pasando aquí. No está claro lo que es. Hay allá un hombre con una pistola, diciéndome que tenga cuidado”. Esta es la traducción de las cuatro primeras líneas de esta tonada y que, a mi parecer, son la definición perfecta para los tiempos revueltos. Como en los que estamos sumergidos al día de hoy.

Y es que algo está pasando aquí y no está del todo claro lo que es. Pero ya no hay un hombre armado en ningún lado, nadie diciéndome que tenga cuidado. Es el viento, es el suelo, es el cielo y las nubes, es el agua, son los árboles los que con cada paso que damos los que gritan “¡Precaución!” Los sucesos de estos últimos meses parecen haber empezado una cuenta atrás hacia un futuro desconocido. Una bola de nieve que ya empezó el largo descenso hacia el caos.

Ya no son pocos los que, por los curiosos parecidos entre ambas épocas, comparan las décadas de los sesenta y setenta del siglo pasado con los últimos cuatro lustros que hemos superado. Ejemplo de las similitudes existen por montones, pero, más allá de la repetición de la historia, fijémonos en el sentir de la población. Las ideas, los movimientos, las preocupaciones; las maneras de pensar, de comunicarse y de actuar son los puntos primordiales que han iniciado el estudio comparativo temporal.

Hanoi y Kabul comparten semejanzas más allá de la intervención americana en la región. Ambas capitales fueron catalizadores de cambios. La primera pieza de una larga fila de dominós. El desacierto, la mala administración y la falta de organización en la retirada de Afganistán ha sido un tropiezo más en el largo inicio del gabinete más inestable de los últimos años. Una oposición incansable, los estragos que está causando la última subida de los casos de la pandemia, las fuertes garras de la crisis económica y el incesante crecimiento del resentimiento de la población ante los repetidos errores del Gobierno, han causado que empiece la corrosión de la cohesión.

Durante los sesenta y setenta fueron el ambientalismo, las enfermedades mentales y su visibilización, el abuso de las drogas y el buenismo los motores de las masas. Durante estos últimos 20 años, han sido también los conductores de los bloques, pero se ha sumado uno más: el internet. Este ha logrado que las manifestaciones, los discursos y las imágenes lleguen a un público más amplio y, a su vez, puedan nutrirse de más adeptos.

Pero hubo un final, trágico para algunos, a esta pesadilla de fiebre, todo llegó a una conclusión con la derrota de Vietnam, el sentimiento de la sociedad cambió, se les terminó la fiesta a los gandules que buscaban vivir bien sin trabajar, a las sanguijuelas quienes, envenenadas por las ideas comunistas, trataban de saquear las arcas públicas. Su fin llegó cuando, en un momento de crisis y derrota, ellos seguían ladrando ideas de discordia. Fue en ese momento en el que perdieron la guerra cultural. Ahí rotaron las placas tectónicas. Terremoto.

Ahora sucede lo mismo. Las lágrimas de las madres que no volverán a ver sus hijos, la sangre de aquellos que trataban de ayudar, los fríos cuerpos de los que no pudieron escapar colapsan los finos discursos de los que ven en esas trágicas escenas la victoria del espíritu.

El autor es escritor panameño.

Opinión Afganistán pandemia sociedad Vietnam
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