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Vidaluz Meneses o la palabra que arde

Bibliotecóloga, ensayista, activista cultural y social, Meneses entra por la puerta grande del llamado Coro de voces femeninas de la poesía de mujeres nicaragüenses, suscritas en los años setenta, con Michéle Najlis, Rosario Murillo, Gioconda Belli con su erotismo, sumándose las poetas pioneras, María Teresa Sánchez y Mariana Sansón, entre otras

La fugitiva, en tres retratos

En una entrevista de un canal de televisión de Costa Rica, le preguntaron a Sergio Ramírez (Masatepe, 1942) si se consideraba un “escritor político” o un “político escritor”, a lo que él, tras una breve pausa, respondió: “Escritor escritor” que ha estado un tiempo en la vida pública.

Antes del fin

Me llamo Ernesto, porque cuando nací, el 24 de junio de 1911, día del nacimiento de San Juan Bautista, acababa de morir el otro Ernesto, al que, aun en su vejez, mi madre siguió llamando Ernestito, porque murió siendo una criatura. “Aquel niño no era para este mundo”, decía. Creo que nunca la vi llorar —tan estoica y valiente fue a lo largo de su vida— pero, seguramente, lo haya hecho a solas. Y tenía noventa años cuando mencionó, por última vez, con su ojos humedecidos, al remoto Ernestito. Lo que prueba que los años, las desdichas, las desilusiones, lejos de facilitar el olvido, como se suele creer, tristemente lo refuerzan…. Aquel nombre, aquella tumba, siempre tuvieron para mí algo de nocturno, y tal vez haya sido la causa de mi existencia tan dificultosa, al haber sido marcado por esa tragedia, ya que entonces estaba en el vientre de mi madre; y motivó, quizá, los misteriosísimos pavores que sufrí de chico, las alucinaciones en las que de pronto alguien se me aproximaba con una linterna, un hombre a quien me era imposible evitar aunque me escondiera temblando debajo de las cobijas. O aquella otra pesadilla en la que me sentía solo en una cósmica bóveda, tiritando ante algo o alguien —no lo puedo precisar— que vagamente me recordaba a mi padre. Durante mucho tiempo padecí sonambulismo. Yo me levantaba desde el último cuarto donde dormíamos con Arturo, mi hermano menor y, sin tropezar jamás ni despertarme, iba hasta el dormitorio de mis padres, hablaba con mamá y luego, volvía a mi cuarto. Me acostaba sin saber nada de lo que había pasado, sin la menor conciencia. De modo que cuando a la mañana ella me decía, con tristeza —¡tanto sufrió por mí!—, con voz apenas audible: “Anoche te levantaste y me pediste agua”, yo sentía un extraño temblor. Ella temía ese sonambulismo, me lo dijo muchos años más tarde, cuando me enviaron a La Plata para hacer los estudios secundarios, y ya ella no estuvo para protegerme. Pobre mamá, no comprendía, ni yo tampoco en aquel entonces, que ese tormento en gran parte era el resultado de la convivencia espartana, regida por mi padre… La tierra de mi infancia, como un pueblo estremecido por fuerzas extrañas, se hallaba invadida por el terror que sentía hacia él. Lloraba a escondidas, ya que nos estaba prohibido hacerlo y, para evitar sus ataques de violencia, mamá corría a ocultarme. Con tal desesperación mi madre se había aferrado a mí para protegerme, sin desearlo, ya que su amor y su bondad eran infinitos, que acabó aislándome del mundo. Convertido en un niño solo y asustado, desde la ventana contemplaba el mundo de trompos y escondidas que me había sido vedado… De alguna manera, nunca dejé de ser el niño solitario que se sintió abandonado, por lo que he vivido bajo una angustia semejante a la de Pessoa: seré siempre el que esperó a que le abrieran la puerta, junto a un muro sin puerta.

Reflexiones

El escritor argentino Ernesto Sábato pronunció durante su vida numerosas frases que dan cuenta de sus reflexiones ante la evolución del mundo, la vejez y la globalización, entre otras temáticas

Concurso de cuentos contra el hambre

La convocatoria está abierta a personas originarias o que residan en Nicaragua, Honduras, Guatemala, El Salvador, Panamá y Costa Rica. Los menores de 18 años deben presentar una carta de autorización de sus padres o tutores.

Los perros de los Mejía

En San Salvador, cerca de donde vivía la tía Lola, había una mansión vacía rodeada de un gran terreno lleno de árboles, defendido de los ladrones de fruta por muros muy altos erizados de púas.

El túnel

Como decía, me llamo Juan Pablo Castel. Podrán preguntarse qué me mueve a escribir la historia de mi crimen (no sé si ya dije que voy a relatar mi crimen) y, sobre todo, a buscar un editor.

Con un derrame cerebral

Ya huelo mal en mi casa.
Soy como esos invitados que se quedan para siempre,
que exigen sin dar nada a cambio
y no se dan cuenta de los sacrificios de los dueños.

¿Quién es la modelo que inspiró a Leonardo?

Sobre esta obra, también llamada La Monna Lisa, La Joconde en francés o Madonna Elisa, que data entre los años de 1503 o 1506; admirada, plagiada, falsificada, intervenida, reproducida, y parodiada, sigue predominando la interrogación: ¿quién fue la modelo que inspiró a Leonardo?