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Vidaluz Meneses o la palabra que arde

Bibliotecóloga, ensayista, activista cultural y social, Meneses entra por la puerta grande del llamado Coro de voces femeninas de la poesía de mujeres nicaragüenses, suscritas en los años setenta, con Michéle Najlis, Rosario Murillo, Gioconda Belli con su erotismo, sumándose las poetas pioneras, María Teresa Sánchez y Mariana Sansón, entre otras

Estación de la Quimera

Trata de mirar al cielo, ave pequeña,
mientras la ciudad presta sus sábanas para envolver tu muerte.

La Fugitiva, historias de mujeres paralelas

Sergio Ramírez estrena la novela La fugitiva que como personaje principal encarna a la ensayista y novelista costarricense Yolanda Oreamuno, nombrada en la obra como Amanda Solano.

Cuántas luces dejaste encendidas…

Primero se fue Amanda, murió en brazos de Edith que se la había llevado a vivir a su apartamento de Río Neva, las dos tan menguadas de sustento que les sonaban las tripas de mera necesidad. Peladas, y se daban calor entre ellas. Estaban solas ese día, Amanda ocupando la cama de Edith, porque le había dejado su dormitorio y ella se había pasado a dormir en el sofá de la sala. Era un domingo en la tarde. De pronto Amanda se apoyó en los codos para alzar el cuerpo, y exclamó: ¡qué oscuridad! ¡Cómo tan temprano se ha hecho de noche! Volvió la cabeza a la almohada, y allí se quedó.

KUHPIA

“Lo que denominan amor los hombres es demasiado pequeño, demasiado restringido y débil, comparado con esta inexplicable orgía, con esta santa prostitución del alma, que se da toda ella, poesía y caridad, a lo imprevisto que se revela, a lo desconocido que pasa”.

Feliz cumpleaños Salvador

Llovía mucho y la neblina que bajaba de las montañas cubiertas de bosque empañaba la ciudad. Salvador, vestido de blanco como marinerito con sus zapatos nuevos de charol, se asomaba a la puerta. Todo estaba listo para su fiesta de cumpleaños, la sala con las sillas alrededor, la piñata, el queque en el comedor con siete velitas. Todo. Pero no llegaban los niños y Salvador ansioso esperaba a sus amigos y compañeros del colegio. Vinieron primero los vecinos, con regalos y muy elegantes, después fueron llegando los compañeritos que se reían entre ellos y Salvador no entendía porqué. Los adultos pasaban al corredor todos vestidos y peinados de fiesta. Se escuchaba la música de Criquí, los niños reventaban las chimbombas hasta que las empleadas repartieron los refrescos. El papá bajó la piñata y comenzó la gritería: ¡arriba! ¡abajo! ¡a la izquierda! ¡a la derecha! Todo era muy alegre. Alguien dijo: Ahora Salvador. Y me pusieron la venda en los ojos. No me podía orientar. Sólo escuchaba las carcajadas de los niños mayores que se acercaban y me decían: Marica, Cochón, y yo con pena y afligido no podía alcanzar la piñata hasta que un niño grande agarró el palo y yo me quité la venda avergonzado viendo a todos gritar, ¡se pifió! Fui a tomar un refresco y quebraron la piñata. Todos se abalanzaban sobre los confites. Yo sólo observaba. Después llegó el queque y uno de los niños malos estampó mi cara en la torta. Lloré de impotencia, mientras mi madre sacaba otro queque y una empleada me limpiaba. Los niños reían y comían sus pasteles y yo comía con desesperación. Quería que se fueran. Solo mis vecinos parecían entenderme, sentaditos, callados. La lluvia cesó, los niños se fueron, mientras el malcriado me decía, sos un cochón, y yo no entendía porqué, pero me sentí mal. Se fueron todos los niños y la casa quedó sucia, enlodada, bañada de chocolate.

Petrie y la narración

La narrativa no se limita solamente a narrar, contar, sumar sucesos, historias. No. Es solamente relatar, presentar un paisaje, una semblanza o retrato hablado con tintes de distinto tono en cada una de las palabras; no es solamente novelar, donde entran y salen al antojo aparente del novelador, los personajes en una línea llamada trama.

Gonzalo Rojas, adiós poeta

El poeta mexicano José Emilio Pacheco lamentó la muerte del chileno Gonzalo Rojas (1917-2011), quien tenía “el mejor oído de la poesía española”, según sus palabras.