Inspirada en el Mito de la Caverna, de Platón, la película de ciencia ficción Matrix (1999) posee una conocida escena en la que el protagonista, Neo, debe elegir entre dos píldoras, una azul y una roja. La primera le permitiría quedarse en la realidad fabricada de la Matrix, viviendo la ignorancia de la ilusión —el mundo que conocemos—, mientras que la segunda lo desconectaría de la Matrix y lo haría ingresar al mundo real, viviendo la verdad sin importar cuan dura fuera. En 2011, Carlos M-Castro creyó elegir la pastilla roja.
Lo que tuvo fue un trastorno de psicosis agudo y transitorio, en el que creyó abandonar el mundo para dirigirse hacia “la realidad”. El estado más severo de su experiencia duró poco más de 24 horas y estuvo marcado por extrañas vivencias que registró en un texto cronológico titulado Cinco episodios psicóticos. Hoy, cuatro años después de lo ocurrido, y ya sano, el joven nicaragüense de 28 años continúa su vida de escritor y editor independiente, y cuenta su historia más como una anécdota. Una que pudo desembocar en algo mucho peor.
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La Organización Mundial de la Salud (OMS) define la psicosis breve como “un grupo heterogéneo de trastornos caracterizados por síntomas como delirios, alucinaciones y perturbaciones de la percepción, y por una grave alteración del comportamiento habitual del paciente”.
“Cuando tuve esta crisis logré salir más o menos bien parado, porque pudo haber derivado en un trastorno diferente. Pero fue algo puntual y recibí tratamiento psicofarmacológico durante casi dos años, con dosis variables y acompañado con terapia”, explica Carlos.
Para el doctor Mauricio Sánchez, médico miembro de la Asociación Mundial de Psiquiatría (WPA por sus siglas en inglés), “si el paciente tiene buena resistencia y resiliencia, a lo mejor va a ser el primero y último trastorno psicótico, pero si no solo sirve para disparar lo que está ahí latente y puede ser la mecha de algo mayor”.
EL VIAJE A “LA REALIDAD”
El periplo comenzó a las 6:00 de una mañana de principios de junio de 2011. Carlos no recuerda si fue el 4, el 6 o el 7 de ese mes, y en su narración literaria la confusión persiste. El joven acumulaba unas setenta horas sin dormir y durante esa madrugada oyó voces. Al alba, su mente ya estaba escindida del mundo conocido y, él salió decidido hacia “La Realidad”.
Dentro de su psicosis, el ingreso a esa “otra vida” estaba en la urbanización Casa Real, en Carretera Norte, Managua, donde vivía una amiga. Él pretendía mudarse a casa de ella sin previo aviso, pero antes debía “abandonar” su identidad. “Mi renuncia consistió en obsequiar a una persona en un semáforo mi documento de identificación y mi tarjeta de débito, que estaba cargada con mi último sueldo y mi indemnización por despido”, describe Carlos en su escrito.
Su amiga le dio desayuno y él se puso a escribir en el ordenador de ella “una novela sobre cómo había estallado otra revolución en Nicaragua”, pero lo eliminó. Después ella se marchó y a las pocas horas él también abandonó el lugar.
Carlos caminó hacia el sur y en la colonia Centroamérica “liberó de la ficción” a amigos suyos “pronunciando sus nombres y exhalando fuerte hacia arriba”. Cerca del kilómetro 8 de Carretera a Masaya, mientras buscaba a otra amiga, se encontró con unos muchachos y ante las frases poco comprensibles que él pronunciaba, uno de ellos sacó una pistola y disparó para ahuyentarlo. Ya en la noche, “sentado frente a las estrellas”, se creyó envuelto por una “preciosa melodía” y pensó entender a cabalidad “todos los secretos del universo”. En su epifanía, cada persona tenía asignada para la eternidad una estrella y la suya era la misma que la de su amiga en Casa Real. La música cesó y él regresó a casa.
“Al final me vi en un taxi con rumbo al hospital psiquiátrico”, finaliza el texto de Carlos. Fue su mamá, a la mañana siguiente, quien lo llevó al Hospital Psicosocial José Dolores Fletes, en el kilómetro 5 de Carretera Sur, en Managua, tras encontrarlo en estado de crisis dentro de su casa.
“Me dieron calmantes. En ese momento experimenté miedo, porque la posibilidad de ser internado en ese lugar no me era muy amable. Pero hablé con una doctora y no iba a hacer falta. Después de eso estuve en tratamiento y fui bajando. Es como el dicho popular ‘estar arriba de los palos’. Más o menos así lo experimenté yo, como que iba descendiendo, buscando regresar al mundo real”, explica Carlos.
El recorrido mental había concluido. Él lo sintetiza ahora como “un delirio, una especie de pasión de Cristo. En mi mente pagaba por pecados ajenos y propios, para entre comillas liberar a otras personas que habían quedado atrapadas. Llevaba un montón de cosas en la mente, una corriente demasiado agresiva de pensamiento. No cupo en el caudal de mi cabeza y se desbordó”.
EL CUIDO DE LA MENTE
De acuerdo con la OMS, un trastorno psicótico breve “puede estar asociado a estrés agudo, definido como acontecimientos generalmente estresantes que preceden el comienzo de la enfermedad. Habitualmente hay recuperación completa en el lapso de unos pocos meses, a menudo en el término de pocas semanas, o, incluso, de pocos días”.
Un mes antes del hecho Carlos había sufrido la pérdida de su padre y dos meses atrás la de un poeta amigo suyo, quien cometió suicidio. Sumado a ello, Carlos dividía su tiempo entre su trabajo, su carrera de Lengua y Literatura Hispánicas en la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (UNAN-Managua) y clases de idioma. Su psiquiatra, en el diagnóstico, atribuyó la psicosis breve a “estrés severo”. Y la falta de sueño también influyó.
El doctor Sánchez asegura que “si vos tenés sobrecarga de trabajo, si casi no dormís o no dormís del todo y vivís estresado, a vos te puede dar un episodio psicótico agudo. El no dormir te convierte en psicótico. Así son las torturas para prisioneros de guerra. En tres días no te dejan dormir, entrás en psicosis y decís todo”.
En mayo de 2015, Carlos está claro de lo que representa para él la salud mental, y de los cuidos básicos que necesita. Y que necesitan todos. “Muy pocas personas tienen una higiene mental lo suficientemente buena para poder prevenir este tipo de situaciones. Esto es algo a lo que está expuesta cualquier persona, porque el cerebro, como cualquier otra parte del cuerpo, se va desgastando, se va cansando y es susceptible de enfermarse”, afirma.
—¿Qué medidas tomás para cuidar tu salud mental?
—Cuido muchísimo mis ciclos de sueño. Tengo por norma no desvelarme, salvo por una necesidad imperiosa de quedarme despierto. No consumo alcohol y cuando lo llego a hacer es una cantidad simbólica. Una recaída futura sería potencialmente desastrosa. No me gustan las historias con moraleja, pero la mía tiene una y es estar prevenido siempre. Ponerle mente a la mente.
“Yo jamás consideré que algo así pudiera pasarme. Jamás pensé que pudiera llegar a esos niveles de alteración”. Carlos M-Castro. Sufrió un trastorno psicótico breve.
RECUPERACIÓN TOTAL
Según los Institutos Nacionales de la Salud de los Estados Unidos (NIH por sus siglas en inglés), aunque es raro, nadie está exento de sufrir un episodio de psicosis breve, y este puede ocurrir por mucho estrés (con un factor determinado), por un trauma grande (como la pérdida de un familiar) o por trauma posparto. Si es inducido por drogas, no se considera trastorno psicótico transitorio, sino trastorno ligado a la sustancia.
El tratamiento para la recuperación es lo menos restrictivo posible y la hospitalización no suele ser necesaria. Si el factor estresante está identificado, remover este factor debería ser suficiente como tratamiento, pero si los síntomas deshabilitan al paciente, se deben utilizar fármacos antipsicóticos.
En la actualidad, Carlos M-Castro, quien tuvo psicosis breve en 2011, trabaja en una novela de ficción que sería su segundo libro publicado después de la antología Antropología del poema (Leteo Ediciones, 2012).