En cuestión de semana la inmigración nicaragüense ha vuelto ser el objetivo de la hostilidad y discriminación de un sector de la sociedad costarricense.
Los dos recientes hechos demuestran que en los últimos diez años poco se ha avanzado en la lucha contra la xenofobia hacia esta población, a pesar de los esfuerzos continuos de ONG y la academia para contrarrestar este flagelo que encontró su nicho perfecto en las redes sociales.
En el primero ocurrido a finales de mayo, cuando un “sicópata” nicaragüense asesinó a una familia entera en una zona cafetalera del país; los ticos se cargaron a la inmigración pinolera exigiendo a su gobierno en redes sociales un cierre de fronteras o haciendo generalidades sobre esta nacionalidad, entre otros comentarios impublicables.
Y con la captura de un empresario tico esposo de una exviceministra de seguridad, requerido por la justicia mexicana; en las redes sociales y los comentarios al pie de página en las noticias en internet más de un tico exigió trato discriminatorio a los nicas que cruzan la frontera.
La emprendieron contra todo un país (Nicaragua), su gobierno y aconsejaron no viajar a territorio nicaragüenses; máxime si se toma en cuenta que los medios de comunicación y autoridades ticas insinuaron que la detención y violación de derechos humanos contra el detenido, era una fijación de la policía nicaragüense contra los nacionales de Costa Rica.
Las reacciones en Nicaragua tampoco han sido mesuradas. Responden con el mismo lenguaje usando las mismas herramientas de divulgación.
“Pienso que la hostilidad y la xenofobia es como algo como estructural. Está en la piel de esta sociedad (costarricense) que con los años ha cambiado poco”, razona Carlos Sandoval, sociólogo costarricense que ha investigado sobre inmigración nicaragüense en Costa Rica desde hace más de una década.
EL CASO DE NATIVIDAD CANDA
“En noviembre cumplirán diez años del asesinato de Natividad Canda y no es cualquier cosa. ¿Diez años después, dónde estamos? Yo tengo la sensación que más o menos estamos en el mismo lugar, que hemos avanzado poco en términos de buscar formas de entendernos, respetarnos, ahora con este tema de la digitalización me interesa más ver comentarios de lectores que la noticia. La gente no tiene piedad”, añade.
Aquella muerte de Canda, quien en la indigencia murió por el ataque de dos perros de raza rottweiler, una noche de noviembre de 2005 en los predios de un taller de autos de Cartago, sureste del país; desató una ola de xenofobia hacia los nicaragüenses en la que prácticamente muchos ticos justificaron el accionar de los animales.
La hostilidad fue tal que no solo los chistes xenófobos circularon en mensajes de texto celular y algunos blogs de internet, la moda de aquel momento; sino que desembocó en el asesinato de José Ariel Silva, quien junto a familiares y amigos fue atacado por una turba de ticos mientras departía en un bar de La Guácima de Alajuela.
La trifulca se armó cuando los nicaragüenses reaccionaron molestos por las burlas xenófobas como ladridos de perros. Un juzgado penal de Alajuela condenó a un tico por el asesinado a puñal y en la resolución hubo reprimenda por los actos xenófobos.
Después de los hechos de Canda y Silva, Nicaragua denunció a Costa Rica en Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), con sede en Washington, Estados Unidos, por xenofobia y discriminación contra inmigrantes nicaragüenses.
Un año después la CIDH declaró inadmisible la denuncia de Managua, en la que además se alegaba retardación de justicia por la muerte de Canda Mairena, un hecho que por la vía penal y civil fue dos veces a juicio en Costa Rica pero la parte demandante, los abogados de la madre del nicaragüense perdieron ambos procesos.
Según Sandoval, el trabajo de sensibilización, principalmente desde universidades estatales y organismos por inmigrantes, han tenido efectos solo en una parte de la población que cambió su opinión hacia los nicaragüenses que han llegado a este país en busca de empleos.
“Eso es muy difícil de cambiar porque digamos, la gente dice ‘las varas (situaciones o cosas) no funcionan porque los nicaragüenses hacen esto o lo otro’”, añade Sandoval, quien explica que los conflictos fronterizos entre los dos países como una supuesta invasión de Nicaragua a territorio costarricense a finales de 2010 no abonan.
SEÑALES DE CAMBIO
Sandoval y Cárdenas sostienen por separado que la lucha no está perdida. Con la matanza de la familia nicaragüense en Dota, zona cafetalera del sureste de San José, la comunidad se organizó para hacer una vigilia por la paz y manifestar el dolor por las víctimas sin consideraciones de nacionalidad.
“Posiblemente las voces que se oyen a nivel de medios o quienes escriben esos comentarios feos dicen cosas muy agresivas, pero en la misma comunidad donde esa familia vivía, más bien la gente se mostró dolida por la muerte y la manera en la que reaccionaron fue con una actividad comunitaria”, resalta Sandoval.
“La imagen que comunican los vecinos es de gente muy apesadumbrada de lo que había pasado y muy poco preocupada de que fuera tico o nica. Esa cosa que les haya dolido igual pues nos da como una cierta esperanza de que las cosas pueden ser distintas”, puntualiza.
Además de resaltar este aspecto, Cárdenas subraya como a la mayoría de los dos países le conmovió el hecho, tanto que las autoridades coordinaron el intercambio de información que ayudaron a capturar al sospechoso.
“¿Cuántas veces estos crímenes quedan sin saber quien los provocó, qué pasó y a veces ni hay pruebas? En este caso se está logrando cerrar ese círculo, hay pruebas y se cierra un círculo abierto por el sospechoso con otros asesinatos en Nicaragua y nos demuestra cómo de manera conjunta se pueden desarrollar buenas acciones coordinadas como esta”, sostuvo.
“Hubo un manejo mesurado de las autoridades y de los medios de comunicación. Si este hecho hubiera ocurrido hace diez años creo que el abordaje no habría sido el mismo”, reseñó Cárdenas.
Quxabel Cárdenas, coordinadora del organismo Enlaces Nicaragüenses, considera que no es justo ese trato hacia los nicaragüenses, quienes sostienen el sistema agroexportador del país, cuidan niños y ancianos, vigilan de la inseguridad casas y residenciales y hasta conviven en familias mixtas con costarricenses.
“La xenofobia existe pero hay grandes esfuerzos y proyectos nobles como en las universidades y hasta de Naciones Unidas contra la discriminación que sí se perciben”, sostiene.
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