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La pantera al acecho

(FIRMAS PRESS) El maestro de las letras, Arturo Pérez-Reverte, dijo en una entrevista una de esas frases que pasan desapercibidas. Esas frases sin mayor envergadura que la de las letras que las componen, pero con un mensaje mucho más grande que la vasija que lo retiene. Palabras sin más sonido que el que recibe el micrófono, pero ante los oídos atentos retumba como los cañonazos de una fragata. “Europa está creando una sociedad idílica borrando todo su pasado”, una realidad que se repite día y noche en el camino hacia ese espejismo futurista con el que sueñan unos cuantos en Bruselas. Una utopía. O mejor, distopía. 

La historia, el registro de las situaciones, la anotación de los cambios. El recuerdo de los errores y de los aciertos. La historia es un mandoble que decapita a la incertidumbre e ignorancia. Nos regala las respuestas a procesos complicados. La Unión Europea, este complejo engranaje de intereses, decisiones, prohibiciones y derroches, ha tratado de seguir olvidando las viejas peleas que tienen sus integrantes. Para evitar este tipo de situaciones está la historia. 

Francia e Inglaterra llevan desde hace siglos buscando la total aniquilación del otro; enemistad curtida por centenares de combates entre ambos pueblos. Alemania siempre ha estado escasa de suministros y tiene que salir a buscarlos fuera, en tierras ajenas. El Mediterráneo ha sido, y será, parte de un continente distinto e invisible con historia, idioma, idiosincrasia y relaciones alejadas de esas al que están conectadas sus tierras. Polonia lleva toda la vida luchando por existir, conoce la peor faceta de todos los imperios y de todas las ideologías. Bélgica y Países Bajos saben que si bajan la guardia se los lleva el Duque de Alba o el océano, el que llegue primero. Portugal está tan centrado en separarse de España que imita a su enemigo más acérrimo, Inglaterra. Y estas son apenas las diferencias más superficiales que crean fricción entre las naciones, porque se puede vender la idea unificadora continental, pero el odio y el resentimiento se sucede por la sangre. Herencia de ancestros que no olvidan. Esas son las incógnitas que no están dentro de la ecuación. Por el empeño de no recordar lo que hizo a Europa lo que es hoy estamos viendo nuevas riñas. 

Francia ahora se siente traicionada por sus aliados por el fracaso de la venta de unos submarinos. Hecha una furia, busca responsables para llevarlos a la guillotina, pero el poco espacio de movimiento que le permite la Unión asfixia su enojo. Alemania, por tratar de ser ejemplo de algo positivo, eliminó todas centrales nucleares para dejar morir de hipotermia a su población. Ahora publica anuncios para sus habitantes de cómo pasar el invierno sin una fuente de calor. Las islas británicas, en su más propio estilo, se han visto envueltas en una crisis y están tratando de pasarle el muerto al primer lelo con el que se cruce. 

Esto es lo que pasa cuando se camina a oscuras hacia el mañana sin la antorcha del recuerdo en las manos. La pantera está al acecho, oculta en la bruma de la noche, desapercibida por el ojo inocente del que anda sin iluminación. Ella está ahí, tumbada, expectante, planeando su ataque. Y todo aquel que se adentre en el sombrío pasillo deberá enfrentarse a ella. 

Pero cada uno aprende a su manera. Algunos con el ejemplo, otros con la imitación y muchos aprendemos a golpes, caídas y choques. Esas lecciones que nos da la vida. Habrá que ver qué es lo que le depara el futuro al conglomerado de naciones más equilibrado del mundo. Si buscarán refugio en el fuego del ayer o se enfrentarán contra la pantera en lo negro del mañana.

El autor es escritor panameño.

Opinión
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