14
días
han pasado desde el robo de nuestras instalaciones. No nos rendimos, seguimos comprometidos con informarte.
SUSCRIBITE PARA QUE PODAMOS SEGUIR INFORMANDO.

Las uvas del sol

(FIRMAS PRESS) Las gotas doradas que caen del cielo descubren los colores del nuevo día. Esas gotas, aunque efímeras y casi imperceptibles, son diamantes que se disuelven con el tiempo si no se cosechan a tiempo. Los días son el arbusto donde nacen los racimos de las mieles del placer. Esas son las oportunidades que nos ofrece el día recién nacido. Hay que disfrutar a plenitud los exiguos momentos que logran transformarse en recuerdos porque, una vez que los pilares del tiempo se hayan convertido en arena y los cimientos de una vida vivida hayan completado su construcción, serán solo esos dichosos segundos la verdadera existencia.

La alegría, el placer, el gusto, el regocijo, son pequeñas uvas color oro que nos susurran “cómeme” cuando nos acarician los labios, pero pocos son las que consiguen que se sigan sus órdenes. Las que sí logran ser ingeridas, las que traspasan la barrera de los dientes y bailan con la lengua, esas que se deslizan por el gaznate de nuestro tiempo; esas son las que se recuerdan. Esa es la virtud de la alegría. Su escasez la convierte en preciada y precisamente por eso se la busca con tantas ansias. Se la anhela, desea, porque ella nos descubre a una persona que no sabíamos que existía. Es la única manera de encontrar esas consciencias que se esconden en la cabeza. Las diferentes mentes que cohabitan contigo entre las conexiones neuronales de la materia gris, apareciendo y desapareciendo según la situación, manteniéndose en vilo para conseguir su próxima oportunidad para demostrar que están ahí, junto a nosotros.

Esa escasez está viendo su fin, se hizo un engranaje construido para acabar con ella, ahora vivimos sobreexplotando su aparición. Dejamos rastros de los frutos del destino en imágenes y videos, los reproducimos, compartimos y alabamos; rebuscamos en compuestos y mezclas, productos y marcas, estupefacientes y analgésicos; nos regocijamos en banquetes, comidas rápidas, azúcares y grasas, todas ellas razones que nos obligan a estar felices, a consumir más felicidad, a volvernos inmunes a esos escasos momentos que aparecen en nuestra línea temporal. El contacto perpetuo que buscamos con el sentimiento nos ha inhibido a su presencia. Ahora nos arrastramos entre los minutos en búsqueda de aquello en lo que nos encontramos sumergidos.

Y en los efímeros instantes en los que no podemos mantener esta pesada adicción, el vacío nos empapa y nos retuerce. Él es el que nos obliga a salir y reconectarnos al altavoz de los teléfonos, las luces de las redes, al hechizo del alcohol, lo atractivo de la nicotina, del azúcar o de la adrenalina; nos vuelve ciegos ante la paz que llega cuando se sale del ciclo vicioso de la alegría embotellada. Nos negamos a sentarnos frente al aburrimiento y abrazar su existencia, no queremos quedarnos fuera del brillante circo, de la exhibición sin sentido de las intimidades ajenas, del caluroso estiércol de la atención de terceros; hemos aprendido a no poder vivir sin eso. No nos atrevemos a soltar la cadena, no nos atrevemos a realizar este salto de fe, la oscuridad nos gana.

Pero entre más allá, más absortos, más encadenados nos encontremos, menos placer pescaremos. Seremos náufragos en el océano de las sensaciones. Suponemos que la vida no existe más allá de los límites de nuestras pestañas, pero hay un universo mucho más profundo y complicado detrás de la barrera del continuo goce. Mientras tanto seguiremos unidos como siameses a los aparatos que hacen de puertas para el mundo digital, mudando nuestras extremidades electrónicas como serpientes para seguir reptando en búsqueda de una nueva emoción, una gota de ilusión artificial más; mientras tanto seguiremos ignorantes de las uvas del sol.

El autor es escritor panameño

Opinión sol
×

El contenido de LA PRENSA es el resultado de mucho esfuerzo. Te invitamos a compartirlo y así contribuís a mantener vivo el periodismo independiente en Nicaragua.

Comparte nuestro enlace:

Si aún no sos suscriptor, te invitamos a suscribirte aquí