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El monstruo de Frankenstein

Una noche lluviosa de primavera del siglo XIX, en una casa de verano en Suiza, cinco jóvenes escritores aceptaron un reto: redactar un relato de terror para aliviar el aburrimiento producido por no poder salir de la casa a causa del mal tiempo. Lord Byron, Percy Shelley, Claire Clairmont, John Polidori y Mary Godwin se las ingeniaron para revolucionar uno de los géneros literarios más complicados, el terror. La última de los listados, Mary Godwin, más conocida como Mary Shelley, creó, aquella lejana noche de junio, una reflexión acerca de la condición humana, de la vida, del amor y del miedo a lo diferente. Y es que, más allá de infundir miedo, el relato acerca del Dr. Frankenstein y de su creación trata acerca de un monstruo mucho más real que el que esconden aquellas páginas, la ira de las masas y la incansable paciencia del que busca consumar su venganza.

El verdadero antagonista es el aborrecimiento a una herejía que se erigía ante el creador. El desconocimiento trae miedo y el miedo es la puerta para el odio. La animadversión es una venda en los ojos de los hombres, es lanzarle piedras al extranjero, es excluir al diferente del paraíso. De eso trata esta novela, de la lucha de poderes entre la creación y el creador. Entre el que da vida y el que la tiene. “El moderno Prometeo”’ es un vistazo hacia la aversión de un dios contra aquello a lo que él mismo otorgó la maldición de la vida.

Víctor Frankenstein es una alegoría, una analogía, una metáfora, una representación, una imagen o cómo quiera llamársele del propio Jehová y la creación, el monstruo de Frankenstein, es el modelo de Satanás, de Lucifer, del desterrado. Es la lucha entre la libertad y el orden, entre el querer y el poder. Este escrito representa la vieja lucha entre el permiso y el permitido. Es la repetición de la guerra de los cielos.

También engloba un problema, una enfermedad psíquica que afecta a muchos más hoy en día, la venganza. El odio planificado para clavarse en lo más profundo del corazón. La venganza no es más que querer ver el mundo ajeno ser consumido por las llamas. Ser el artífice de la pena del prójimo. Pero la venganza, lejos de reconfortar el alma, así como queda plasmado en el texto, solo trae tristeza, desgracia y muerte para los involucrados. Eso es la venganza, el derrame de la viscosa amargura en las vidas de los participantes.

Y es que, al día de hoy, cuando todos nos encontramos envueltos por la gruesa tela de la Red, estos sentimientos, la aversión y el miedo, están cada vez más interiorizados en el subconsciente. Despreciar al que piensa diferente es convertirse en el incestuoso doctor y buscar revancha ante una acción es metamorfosearse en la creación. Esa es la dualidad del hombre, se es verdugo y prisionero al mismo tiempo, es el destino el que elige el lugar. Pero el destino, a pesar de no existir, a pesar de ser incierto e impredecible, puede llegar, como las rutas en el mar picado, a orientarse.

Lo que faltó en el duelo entre el dador de vida y el revivido fue aquello que ambos anhelaban, amor. Ese exiguo, inútil y escurridizo sentimiento que aparece en todos los rincones del mundo es la llave del futuro, porque sin él se nos posa enfrente un triste pasado. El amor es verse reflejado en las otras personas, es buscar en los demás la más mísera pizca de ti mismo para encadenarse en el alma de los que nos rodean.

El autor es escritor panameño.

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